La plantilla asturiana de Arcelor-Mittal teme que la apuesta que está haciendo la multinacional por hacerse con la planta de Tarento (Italia), el mayor complejo siderúrgico de Europa, pueda, aguas abajo, afectar a la producción en los talleres de Gijón y Avilés. La acerera que preside el magnate anglo-indio Lakshmi Mittal ha presentado una oferta al Gobierno italiano en alianza con la familia Marcegaglia, antigua propietaria de esta gigantesca instalación industrial que desde hace casi dos años está en manos del Estado debido a sus severos problemas medioambientales.

"La compra puede ser algo negativo para las plantas asturianas, porque allí se hacen los mismos productos que hacemos nosotros y los venden a unos mercados muy similares a los nuestros, pero a un volumen mucho mayor", opinó el portavoz de UGT Alberto Villalta. Tarento es un gigante dormido. La planta tiene ocho hornos altos, la mayoría parados ahora mismo; unos doce mil trabajadores, de los que un porcentaje elevadísimo está actualmente suspendido de empleo, y cuenta con una capacidad para producir diez millones de toneladas, pero desde hace tiempo funciona al ralentí. Aun así, fabrica en estos momentos unos cuatro millones de toneladas de acero al año, los mismos que hacen las plantas asturianas funcionando casi a pleno pulmón.

"Nuestras instalaciones están bien posicionadas en el mundo, pero comprar un complejo de esa magnitud puede tener un efecto enorme", señala el portavoz de CC OO José Manuel Castro. Y añade: "En una ocasión, un directivo de la multinacional nos dijo sobre el interés en Tarento que si la compramos podemos tener un problema, pero si no lo hacemos podemos tener un problema mucho mayor".

La planta italiana tiene entre sus principales clientes al potente sector automovilístico transalpino. "Si la compra se concreta, se dice que puede ser una condena para la planta de Foss (Francia)", apunta Villalta. La instalación marsellesa ha tenido ajustes durante la crisis, aunque forma parte, junto a las de Asturias y Dunkerque, de los complejos más productivos del grupo en Europa occidental.

Lo que no temen los sindicatos es que la posible compra pueda afectar a las inversiones que Arcelor tiene previsto realizar en sus plantas asturianas, pese a que muchos trabajos aún están en su fase germinal. Las centrales aseguran que la multinacional avanza con paso firme en sus planes de ampliación. En unos días está previsto que se adjudiquen de forma definitiva las obras de ingeniería para la reconstrucción de las baterías de coque de Gijón, unos trabajos que supondrán un desembolso superior a los cien millones y que garantizarán el suministro de combustible a los dos hornos altos de Veriña durante los próximos 40 años. Será uno de los primeros pasos de una obra de enorme calado. La compañía aseguró ayer que sólo faltan "unos pequeños trámites" para que se produzca la adjudicación definitiva. En la puja compiten ingenierías alemanas y polacas.

También avanza a un buen paso, según aseguraron fuentes sindicales, los trabajos para la ampliación de la acería de Avilés, la denominada LD-III. Otra obra de gran calado por la que la siderúrgica desembolsará otros cien millones. La previsión es que pueda estar finalizada a finales de este año.

Los trabajos en las baterías gijonesas, por su parte, tienen un plazo de ejecución de dos años, con lo que podrían estar acabados a finales de 2018 y alcanzarían su plena producción un año más tarde. Ahora mismo, Arcelor necesita 1,4 millones de toneladas de coque para alimentar los hornos altos de Gijón. Ese combustible sale principalmente de las viejas baterías avilesinas, que están a la espera de una decisión sobre una posible ampliación.