Unos votan por sentido ciudadano, lo ven como un derecho.

Otros votan aún más por sentido ciudadano, lo ven como un deber.

Algunos votan en blanco, altruista aceptación del resultado futuro y sin poder negar un democrático sentido participativo.

Otros votan por deseos concretos, intereses particulares, económicos, asociativos, sindicales, grupales, laborales, sociales, educacionales, migratorios, fiscales, autonómicos, infraestructurales...

Demos, el pueblo, y Kratos, la fuerza, el Gobierno, dieron lugar desde la antigua Grecia a esta especie de merienda de negros en la que hoy se ha convertido este ejercicio de los derechos participativos de los ciudadanos.

Las actuales y diversas clases de poder y las diferencias de recursos económicos para unas opciones u otras condicionan de forma muy severa las posibilidades de acceso a los medios publicitarios, derivándose de ello una marcada diferencia en la capacidad de acercamiento al votante.

Del alienante, a la vez que sutil, poder lavacerebros de los diversos medios de comunicación y el actual y encorsetado sistema de elección de candidatos se puede deducir que lo que determina actualmente el resultado de las urnas es cualquier cosa menos la fuerza del pueblo.

Una miscelánea de intereses individuales, colectivos, partidistas y de otros tipos se establecerá en la Carrera de San Jerónimo para llevar el destino del país durante el próximo cuatrienio.

La tónica general establecida desde tiempos seguirá imperando, el beneficio de los míos, de mis correligionarios.

Anulación y olvido para quienes no estén conmigo.

Demos Kratos ha sido viciada por nuevos propósitos, por nuevos intereses.

El sentido primigenio de aquella forma de convivencia, en la antigua Grecia, que significó la mejora de todos mediante la acción conjunta, la superación de las dificultades por la participación común de la fuerza del pueblo, ha sido olvidada.

¿Y si al abrir las urnas en la próxima convocatoria electoral se encontrara un severo ejercicio de crítica a los políticos y a sus viejas y desgastadas disertaciones?

Las urnas, llenas de votos, sí, pero de votos en blanco.

¿Qué nuevo discurso inventarían entonces?