Las elecciones autonómicas celebradas ayer en Galicia y el País Vasco tienen dos vencedores: Rajoy y los soberanistas vascos. Y un perdedor sin paliativos, los socialistas, que ven cómo vuela un tercio de sus escaños y de sus votos en las dos comunidades autónomas. Ambos comicios registraron una participación muy similar a la anterior convocatoria, la de 2009.

El partido del presidente del Gobierno logró un aplastante respaldo en su feudo gallego, donde estaban en juego 75 escaños. Alberto Núñez Feijóo, que preside la Xunta desde 2009, no sólo no acusa ningún desgaste sino que acrecienta su cuenta de diputados, que pasa de 38 a 41. Era una victoria imprescindible para el Gobierno de Rajoy, que tras sus derrotas en Andalucía y Asturias no podía permitirse perder Galicia.

En el País Vasco, también con 75 actas de diputado en juego, las cuentas están claras tanto en votos como en escaños. Casi dos tercios de los votantes se han inclinado por las opciones soberanistas, que copan las dos primeras plazas en las tres circunscripciones. El PNV, cuyo total se eleva a 27 escaños, es primero en Vizcaya y Álava, mientras que EH Bildu (21 escaños) le toma la delantera en Guipúzcoa, provincia que es el feudo de Batasuna y Eusko Alkartasuna, las dos principales patas de la coalición independentista.

Con un 25% del total del voto emitido, el regreso a las urnas de la izquierda aberzale -en 2009 sus marcas fueron anuladas por la justicia- se salda con su mejor resultado en unas autonómicas, muy por encima de los 14 escaños que obtuvo Euskal Herritarrok en 1998.

Queda ahora por ver cómo va a gestionar el PNV una victoria que deja muchas opciones abiertas y no permite descartar nada. En el terreno de las aspiraciones independentistas, el líder del PNV y futuro lendakari, Íñigo Urkullu, ya escenificó días atrás su unidad de acción con el presidente catalán, el convergente Artur Mas.

En el terreno de la política interior vasca, todas las declaraciones hechas hasta ahora dejan suponer que Urkullu puede ser investido con el apoyo de la izquierda aberzale y que el PNV formaría Gobierno en solitario para después intentar acuerdos puntuales, según las ocasiones, tanto con EH Bildu como con socialistas y populares.

En contraste con el triunfo del soberanismo, la derrota de las opciones autonomistas, y muy en particular de los socialistas del PSE-EE, carece de paliativos. El partido del lendakari saliente, Patxi López, acusa tanto el desgaste de gestionar la crisis económica como el clima de ascenso del soberanismo político creado por el adiós a las armas de ETA y la más reciente fiebre independentista de los nacionalistas catalanes. En consecuencia, baja desde sus anteriores 25 escaños a 16 y pierde más de 100.000 votos. Mejor comportamiento registra el PP, que, pese a haber apoyado desde el Parlamento al Gobierno de López y pese a la sombra de un Rajoy en caída libre en las encuestas, baja de 13 a 10 escaños y se deja en la gatera 16.000 votos.

Para desgracia de los socialistas, a su derrota vasca tienen que unir un descalabro en Galicia que agudiza una cuesta abajo que empezó a marcarse en las municipales de 2011. Pierden más de 200.000 votos y bajan de 25 a 18 escaños, confirmando su profunda crisis. Pese a ello, su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunció anoche que seguirá llevando las riendas de la formación.

Según todas las encuestas nacionales, el hundimiento del PSOE está siendo aprovechado por IU. En el País Vasco, donde la coalición está desgarrada, no obtuvo beneficio alguno. Sí lo hizo, sin embargo, en Galicia, donde, colocándose como bandera el retrato del histórico nacionalista Beiras, logró captar voto socialista y del BNG hasta sumar 200.000 sufragios que le valen nueve escaños y dejan al Bloque con sólo 7 de sus anteriores 12 escaños.