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Arranca la XII Legislatura

Nacho prende

La vicepresidencia de la Cámara baja lanza la carrera de germinación tardía y floración rápida de un político hábil al que no le ha fallado el olfato

Nacho prende

José Ignacio Prendes Prendes (Gijón, 1965) confiesa haber dado algún respingo al enfilar el pasillo que conduce al hemiciclo del Congreso y pasar por delante de los bustos de Melquiades Álvarez y Agustín de Argüelles. El nombre del diputado de Ciudadanos, desde ayer vicepresidente primero de la Cámara, todavía no había sonado para presidirla cuando decía, recién estrenado en la Cámara baja, que la vista de los próceres asturianos le hacía sentirse "íntimamente orgulloso de ese pasado, de esa tradición". "No me atrevo a decir heredero", remataba. Sucede que además de la cuna asturiana, Argüelles y Álvarez comparten entre sí haber presidido las Cortes. Prendes sólo ocupará su puesto, llegado el caso, cuando deba sustituir a Ana Pastor, pero el ascenso de secretario segundo a vicepresidente primero es una más que aceptable línea de llegada para una carrera política de germinación tardía y floración rápida que no prendió enseguida, pero que según sus íntimos ya vivía dentro en sus años de delegado estudiantil y que siguió cociendo a fuego lento cuando el político fue durante un par de decenios largos abogado en ejercicio con despacho abierto en Gijón.

Debutó en la Junta General del Principado cumplidos los 47 y en el Congreso de los Diputados poco antes de celebrar los 51, con poca diferencia de tiempo pero con dos banderas distintas, con UPyD antes que con Ciudadanos. Nacho prende en la nueva política mediada la primera década del siglo XXI, cuando el hijo del ferroviario encuentra al fin una vía intermedia a su medida, ese camino que sin llevar al PP tampoco apuntaba al PSOE. Uno que fue al magenta por el naranja. Presume Prendes de haber llegado a Ciudadanos antes que a UPyD, de haberse afiliado en 2006 a la primera semilla del partido de Albert Rivera, entonces imbricado en UPyD, tal vez de haber seguido siempre la rueda buena.

Se decantó por seguir a Rosa Díez hasta allí donde le aconsejó el olfato y dicen sus íntimos que sufrió mucho cuando al cambiar de barco, en los meses previos a las elecciones autonómicas de 2015, hubo de esquivar el fuego cruzado de los que no habían entendido sus razones cuando quiso poner de moda la palabra "confluencia" por el centro un rato antes de que IU y Podemos llegasen a ella desde la izquierda. Quiso en vano encontrar en la escala cromática un color que mezclase naranja con magenta y al fracasar, recién regresado a Ciudadanos en plena reconstrucción, fiel a su velocidad para ganar la posición, supo situarse para ser segundo en la lista a la Junta, para encontrar un lugar en la Mesa de la Cámara autonómica y para cambiar la Mesa de la Junta por la Mesa del Congreso después de haber sabido también cómo conseguir la cabecera de la candidatura de Ciudadanos por Asturias. Dirán sus allegados que no hay vanidad en quien llegó a la política desde 25 años de fructífera abogacía y que no tenía ninguna necesidad. Que la guía fue la vocación de servicio público y el ambiente agitado, feo, que enrarecía el país cuando Prendes dio aquel paso hacia el interior de la política activa que pese a la tardanza no sorprendió en su círculo íntimo.

El político hábil aprendió a parar, a esperar y a despejar en el Sporting y en el Veriña. Fue portero hasta juveniles, estudiante en el Colegio Jovellanos, el Instituto de Roces y la facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo y voluntario en Proyecto Hombre en Tremañes y en la Unidad Terapéutica Educativa (UTE) de la prisión de Villabona. Se hizo abogado con máster en Derecho Inmobiliario, se casó con Marta tras conocerla en la facultad y ahora tienen dos hijos, Pelayo y Lucía. Le tira la cocina y algún amigo bromea al recordar que "nos envenena de vez en cuando". Le gustan el rock de Bruce Springsteen, el jazz de Miles Davis, el Sporting y el Cerro de Santa Catalina. Dicen que es trabajador, reflexivo y un conversador pragmático al que cuesta mover de sus convicciones. Disfrutó, pese a todo, de la legislatura breve pero constitucionalmente intensa de su debut en el Congreso, en la que alzó la voz para defender la reforma del sistema electoral, uno de sus clásicos, y la Variante de Pajares. Si cuenta una anécdota de sus primeros seis meses de diputado, procurará que se vea que estaba allí hasta muy tarde. Un día, o más bien una noche de la primera semana, pasaban de las diez y los ujieres se habían ido a las nueve. Con las luces apagadas, salió de su despacho en la primera planta del edificio y entre el desconocimiento del novato y la oscuridad necesitó la escolta de dos policías para encontrar la salida de la calle Floridablanca. Es de suponer que eso no ha sucedido ni sucederá más. Fiel a sus antecedentes, Ignacio Prendes ha aprendido muy pronto a orientarse en el Congreso.

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