Dos vencedores y un escenario de confrontación que el artículo 155, lejos de diluir, ha exacerbado. Inés Arrimadas y Carles Puigdemont emergen de la noche electoral de ayer como netos triunfadores. Ciudadanos gana los comicios con casi cuatro puntos de ventaja sobre Junts per Catalunya (JxC), a la que saca 160.000 sufragios, y obtiene tres diputados más (37 sobre 34); pero el expresident, que huyó a Bruselas para burlar a la justicia después de la fúnebre declaración de independencia del 27-O, vence contra todo pronóstico a ERC, que queda dos escaños por debajo (32), aunque en voto sólo les separan 12.000 papeletas.

Puigdemont rentabiliza la jugada del exilio y su estrategia de convertir los comicios en un plebiscito sobre su persona para buscar su restitución en el poder. La de él y la de todo su Govern, con la que tentará al líder de ERC, Oriol Junqueras, aún en prisión.

El tercer titular de la jornada es que los independentistas mantienen la mayoría absoluta, fijada en 68 escaños. El 155 no ha podido cambiar eso. Pese a todo lo ocurrido desde la DUI, empezando porque los secesionistas dejaron morir su propia proclamación de la ruptura, sólo han sido penalizados con la pérdida de dos actas. Sumando los diez diputados de la CUP, tenían 72; ahora, con los 34 de JxC, los 32 de ERC y los 4 de los cuperos (que se dejan 6), se quedan en 70.

Se abre, por lo tanto, el escenario menos deseado por el Gobierno, que ve como su partido, el PP, se hunde y pierde 8 diputados (tenía 11), y el más ansiado por los secesionistas, bien que con las grietas en el bloque mucho más abiertas que antes, vistos los muy diferentes efectos que hasta ahora ha tenido el proceso de ruptura en las vidas de Puigdemont (libre en Bruselas) y Junqueras, encarcelado.

Sin embargo, aunque haya sido Puigdemont el que, contra todo pronóstico, se ha llevado el gato al agua, a los republicanos no les quedará otra que dejar las fricciones para más adelante. A los independentistas sus votantes les han avalado por sólo 30.000 votos menos que en las elecciones de 2015, aunque el respaldo a las fuerzas soberanistas sigue estando en torno a los dos millones de votos. Y no más, pese a lo que Puigdemont argumenta.

Su antípoda política, Ciudadanos, logra una gran victoria y casi una hazaña al convertirse en el primer partido antinacionalista que gana unas elecciones en Cataluña, un triunfo que los de Albert Rivera consiguen a costa del PP (sobremanera) y el PSC, parcialmente, y del que el partido naranja intentará sacar provecho en el ámbito estatal.

Pero la victoria de Arrimadas, fruto de la extrema polarización del voto, es amarga, porque los independentistas mantienen el control del Parlament -precisamente lo que el bloque constitucionalista quería evitar a toda costa-, y ello a pesar de una participación que vuelve a batir récords: casi un 82 por ciento. Lo que significa que aunque "la Cataluña silenciosa" haya ido esta vez a votar, Ciudadanos ve frustrado su camino de la victoria antes de empezar a andarlo.

Y es que Arrimadas no tiene pareja: el PP ha caído del todo en la irrelevancia política y el PSC sólo gana un diputado (de 16 pasa a 17) y se queda muy lejos de sus mejores expectativas, que eran, como poco, recuperar los 20 escaños que cosecharon en las elecciones de 2012, las segundas que ganó Artur Mas.

De manera que el bloque secesionista, con JxC y no con ERC a la cabeza -como se preveía-, vuelve por sus fueros con dos objetivos: que el Govern destituido el 27 de octubre sea restituido y que la declaración unilateral de independencia de ese día sea por fin materializada.

El Gobierno puede estar tentado de reeditar el 155 -Rajoy ha amenazado con hacerlo hasta tres veces en los últimos días- y probablemente no tenga otra alternativa, pues los resultados de Puigdemont le cargan de razones. Ahora bien, si quiere recoger su premio, tendrá que regresar a España y aceptar su detención, pues en el exilio bruselense no puede ser investido president.