L. N.

Desde pequeño sintió curiosidad por la carpintería. Dejó el Bachillerato y sacó el grado medio de Madera en la Universidad Laboral. Sin embargo, después de ponerse a trabajar, decidió dar un paso más y matricularse en el grado superior, una opción que goza del inusual privilegio de no tener paro por la carencia de profesionales del ramo en el Principado y que hasta ahora no se impartía en ningún centro de Asturias.

-¿Cómo termina uno matriculado en un curso como éste?

-Un día fui a la Laboral a recoger el título de grado medio y me encontré a unos conocidos que me dijeron que habían empezado a hacer el grado superior de Carpintería, que lo habían puesto aquí. Y me apunté.

-Aparte del hecho de ser un ciclo superior, ¿qué lo diferencia del grado medio? ¿En qué consiste?

-Éste es de diseño por ordenador: muebles, espacios de cocinas, de habitaciones... no tan aplicado al taller. Uno es para ser carpintero y el otro para trabajar en una oficina técnica.

-Y eso era lo que quería...

-Bueno, la carpintería me gustaba desde pequeño. Hoy en día los oficios están bien y bien pagados, y yo tenía ganas de aprender algo.

-Hablando de sueldos, de momento vive con sus padres. ¿Es voluntario o forzado?

-De momento, voluntario. La verdad es que en casa estoy muy cómodo y no me siento atado por unas normas estrictas de unidad familiar. Otra cosa es que todo el mundo espere independizarse, pero hoy en día la cosa está mal. En mi caso, además tengo también a mi novia terminando de estudiar.

-¿Qué es lo que espera cuando termine?

-Quiero tener un trabajo cómodo. No me quiero romper la espalda 12 horas cargando tablones y puertas. Eso ya sé lo que es y a esta edad lo puedo hacer, pero cuando tenga 40, ya no.

-¿Qué le pide a su vida?

-Lo que no le pido es ganar mucho dinero, ni tener un buen coche, una gran casa y una piscina. Quiero un trabajo que me guste, al que pueda ir todos los días tranquilamente y contento, y eso es muy difícil, casi imposible, porque todos tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Y, una vez que tienes eso, si te pagan bien, pues mejor.

-¿Y fuera del trabajo? ¿Qué espera de su vida? ¿Cómo se ve en el futuro?

-No lo sé. Lo de la unidad familiar por una parte me gusta, pero me resulta hasta forzado pensarlo. Yo aspiro básicamente a tener una vida tranquila y buena salud. Hay que dejar de fumar y empezar a hacer deporte.

-Suena a los propósitos de todo principio de año...

-Sí, la verdad. A ver si lo conseguimos.

-¿Qué más hay que conseguir? ¿Qué problemas preocupan a Noel cuando echa un vistazo a los medios de comunicación?

-La sociedad está materializándose mucho y la gente no tiene principios. No puedo poner la tele. Pongo las noticias y todo son maltratos, asesinatos... Veo el país muy mal, a pesar de que Gijón es un sitio muy tranquilo y siempre piensas que nunca va a pasar aquí, pero nunca se sabe. Me llama la atención que pasen muchos casos el mismo día. La culpa es de la sociedad, que se va americanizando, volviendo violenta. Los niños ya no juegan en el parque, están con la consola matando bichinos.

-¿Las tecnologías nos aíslan?

-No, hay juegos muy educativos, pero hay muchos que son de andar pegando tiros. Y que conste que las armas no me disgustan, pero sería incapaz de apuntar a nadie con eso. No soy juez para quitar la vida a nadie. Hay demasiada violencia. Yo creo que con los cambios tecnológicos, en general, estamos ganando y cuanto más se pueda hacer, mejor. El problema es que son demasiados cambios grandes en muy poco tiempo.

-Llega tiempo de elecciones y comenzará el bombardeo informativo. ¿Le interesa la política?

-La verdad, no me gusta absolutamente nada. Me parece que es un teatro enfocado a los medios de comunicación. En cuanto a los políticos, no me gustan ni los unos ni los otros. Todo son intereses económicos en una dictadura bipartidista.

-Se acusa a la juventud de estar un poco «amuermada», de pasar de todo. ¿Noel se considera pasota?

-Por una parte me incluyo, no te voy a decir que no. Es verdad que parece que si no te afecta a ti directamente no te mueves por nada ni por nadie. Creo que antes había más solidaridad. Pasaba algo y todo el mundo salía a la calle, y eso que se la jugaban, porque no había libertad de expresión. Y nosotros hoy en día, que es todo lo contrario, parece que no queremos mojarnos por nada ni por nadie. Hay un pasotismo general y en parte me incluyo.

-¿Y eso por qué?

-Igual es que nos acostumbramos muy rápido al bienestar, a tenerlo todo solucionado y que no falte el plato de comida en la mesa.

-Pero ¿tiene solución?

-No lo sé. Igual hay que provocar un poco más a la masa para hacerla más solidaria, que lo que hoy les pasa a otros mañana te puede pasar a ti.

-¿Es creyente?

-A medias. Los valores de la Iglesia no me molestan en absoluto. No soy practicante, pero soy respetuoso con ellos. Está muy bien enfocada, pero son valores utópicos. La verdad es que no me interesa mucho.

-¿Qué le interesa?

-El cambio climático, por ejemplo. Hay que ponerse ya con ello. Los estudios que vi por ahí son impresionantes. No puedo pensar que esto que es tan verde dentro de unos años pueda ser un desierto. Reciclas, intentas ahorrar agua, no gastar mucha electricidad... Ayudas no despilfarrando. Pero a parte del granito de arena que puedas poner tú son las grandes empresas las que lo tienen en sus manos.

-Ahí entra la educación. ¿De verdad que, como dicen los políticos, somos la generación más preparada?

-No. Salimos peor preparados que antes y estamos desmotivados. Además, igual sabemos mucho de una especialidad, pero no situamos Londres en el mapa.

-¿Sueña con cambiar el mundo?

-No. Nadie nace con el camino marcado y cada uno va poco a poco haciendo su vida. Si algún día te ofrecen algo importante habrá que echarle valor, pero para mí lo que cambia el mundo es la gente que va avanzando poco a poco e innovando.