Su madre le dice que es abogada de las causas perdidas. Quizá por eso, por ese sentimiento de que puede cambiar las cosas y mejorar aquello que tiene cerca, Virginia Llano Fabián lleva desde los 17 años involucrada en diferentes asociaciones juveniles. En 2002 desembarca en Abierto hasta el Amanecer, y tres años después se involucra más profundamente convirtiéndose en socia de la asociación y dedicándose a tiempo completo a un proyecto que, como diplomada en Trabajo Social, satisface todas sus expectativas profesionales.

-¿Cómo decide volcar su horizonte profesional hacia una asociación juvenil?

-En realidad, el trabajo que hago en Abierto me permite desarrollar un trabajo social que no puedo hacer en otros espacios. Desde una oficina no sería tan fácil salir tanto a la calle o tener un contacto tan directo con los jóvenes. No siento que haya renunciado a nada, excepto, quizás, a una estabilidad laboral que pueden aportar unas oposiciones, pero sería la única renuncia que veo.

-¿Le preocupa tener que plantearse esa estabilidad dentro de unos años?

-Me preocupa, pero tampoco en exceso. Tampoco soy una persona que se preocupe mucho por el futuro. Intento vivir el día a día lo mejor posible, poco a poco, pero con los pies en el suelo. Yo tengo una edad -acabo de cumplir 30 años- y me estoy empezando a plantear si quizás es el momento de que vaya despegando y dejando a la gente que está detrás en la asociación que vaya tomando el relevo.

-¿Qué le lleva a tomar esa decisión?

-Yo creo que es beneficioso para la asociación que un programa dirigido a jóvenes esté en manos de gente que tiene más o menos las mismas preocupaciones, y no es lo mismo un chaval de 16 que uno de 30. Los intereses son diferentes.

-¿Cuáles son esos intereses?

-Cada joven es diferente, pero en 2006 hicimos un análisis sobre este mismo tema y los primeros tres puestos los ocupaban la familia, los amigos, los estudios. Les interesa lo que les rodea, lo que tienen cerca. Pero en contra de lo que se dice, yo creo que los jóvenes sí tienen interés. Lo que hay es un poco de desmotivación general.

-¿Y eso por qué?

-Lo que tengo comprobado es que los chavales no están acostumbrados a ser protagonistas, a ver que ellos pueden cambiar cosas, que si hay algo que no les gusta pueden hacer algo. Pero yo siempre digo que hay jóvenes invisibles. Se ve mucho más a los chavales en el botellón porque arman más ruido que unos chicos que organizan todas las semanas una pachanga con sus colegas. Son una minoría, pero son invisibles. No todos los jóvenes son tan malos ni tan pasivos.

-¿Existe alguna fórmula mágica para incentivar la motivación?

-La fórmula mágica no existe, pero lo que más se puede parecer es conocer al joven que tienes enfrente para saber despertar su interés. No están acostumbrados a trabajar en grupo. Por eso es muy importante que los chavales se reconozcan en su territorio y que sepan trabajar con otra gente.

-Hay quien mira a «Abierto» con recelo porque les asocia a un cierto modelo de formalidad...

-Esa imagen responde al desconocimiento. Durante mucho tiempo hubo un discurso que vendía que Abierto iba a ir contra todo y en realidad no va contra nada. Sólo trabajamos para que haya más opciones. El que crea que por ir a Abierto tiene que renunciar a ciertas cosas como fumar o no volver a salir de bares en su vida tiene una visión completamente desvirtuada. Ese modelo es un cliché, un sambenito. Nosotros no juzgamos a la gente ni lo que hace en su vida. Las etiquetas no son buenas, y en este caso tampoco son reales.

-¿Qué planes tiene usted tras el relevo?

-Realmente no lo sé. Tampoco es algo inmediato. Yo lo veo como si fuera un hijo y aún estoy formando a las niñeras para que lo cuiden bien. Cuando eso ocurra, me gustaría que mi futuro laboral pasase por el trabajo con jóvenes en situación de riesgo o con mujeres, especialmente en tema de violencia de género, porque es un trabajo duro, pero muy gratificante. Pero yo necesito estar en contacto con la gente para trabajar. No puedo estar encerrada en un despacho haciendo papeleo.

-¿Tiene intención de quedarse en Gijón?

-Me gusta Gijón y me gusta Asturias. Es mi tierra. Si tuviera que irme me lo tendría que pensar. Algo que sí me gustaría, por ejemplo, es irme fuera una temporada corta de cooperante a Latinoamérica.

-Desde su experiencia, ¿se presta suficiente atención a los jóvenes desde las administraciones?

-Voluntad puede haber, pero los jóvenes tienen muchísimas necesidades. Los temas de empleo y vivienda son muy importantes, pero según las comunidades a las que te refieras igual es más importante la educación o una atención un poco más integral. La infancia y una parte de la juventud no votan, y a veces parece que son ciudadanos de segunda, cuando son ciudadanos con todos sus derechos. Pienso que hay veces que no se les tiene en cuenta. También es verdad que los jóvenes no siempre sabemos pedir lo que necesitamos de la manera adecuada. Somos un país de chigre. Nos quejamos en el chigre, pero no nos juntamos para proponer lo que planteamos. No sé si se presta la suficiente atención, pero sí creo que todo es mejorable.