Noble, bello, cómodo y conveniente». Así le describió Gaspar Melchor de Jovellanos a Juan de Villanueva, el arquitecto más reputado de la Corte, el edificio que había que proyectar para que albergase el Real Instituto de Náutica y Mineralogía, hoy Centro de Cultura Antiguo Instituto. Juan de Villanueva supo interpretar el encargo e ideó un edificio que ha demostrado la capacidad de «hacer ciudad» de los proyectos cuando son pensados, sentidos y realizados para los ciudadanos.

Dos de los chiquillos que en los años sesenta estudiaron en el emblemático inmueble cuando era centro de Enseñanza Secundaria, los hoy arquitectos Ángel Mayor Villarejo y Joaquín Aranda, analizaron ayer en el Ateneo Jovellanos la arquitectura y el urbanismo de Gijón. Un acto organizado en colaboración con la Asociación de Antiguos Alumnos del Real Instituto Jovellanos, y presentado por su actual presidente, José Miguel Fernández.

El punto de partida de la reflexión fue la historia de este edificio gijonés cuya entrada principal puede observarse a lo largo de toda la calle Instituto, entonces eje de la primera gran expansión de Gijón. Ello no es fruto del azar, sino de la visión de Jovellanos y Villanueva, que opinaban que el Real Instituto debía tener capacidad de arrastre sobre el urbanismo de la ciudad.

Así, alrededor de él fueron floreciendo otros edificios nobles: la Iglesia de los Jesuitas, el antiguo teatro Jovellanos; el Mercado del Hierro (donde hoy está la plaza del Parchís, llamada así desde su creación, el año 1936, por la forma de sus parterres); el edificio de viviendas en la confluencia de las calles de la Merced y Jovellanos, ideado por el discípulo predilecto de Antoni Gaudí, Frances Berenguer... Lo bello atrae a lo bello e inspira más belleza, vino a concluir Joaquín Aranda.

Y ejemplos para ilustrar esa afirmación y lo que ocurre cuando no se lleva a la práctica hay numerosos en el urbanismo actual de la ciudad, a juzgar por el exhaustivo repaso llevado a cabo en la segunda mitad de la conferencia por parte de Mayor Villarejo. Para empezar, Gijón está acotada por barreras que la asfixian en un momento de crecimiento. Lo paradójico, según Villarejo, es que hay barreras heredadas, como la ferroviaria, y otras que la ciudad se ha autoimpuesto recientemente, como la Ronda Sur

En cuanto a la ferroviaria, planteaba anoche el arquitecto asturiano varias dudas: ¿se dejará en manos de quien compre los terrenos la decisión final de la ejecución del proyecto?, ¿qué tratamiento recibirán los terrenos liberados?, ¿tratará de «taparse» la estación o se le buscará una solución arquitectónica sugerente? Porque las actuales estaciones de Renfe y Feve son, a juicio de Villarejo, dos intervenciones sencillamente «lamentables».

Otras minibarreras de reciente creación pueden hallarse, por ejemplo, en el área de Poniente, edificios atractivos pero excesivamente próximos al mar, precisamente en un área -Fomento y Poniente- que había tenido la enorme fortuna de haber vivido una transformación fuera de lo común. Se echa en falta, afirma Villarejo, calidad en la edificación y respeto al entorno.

Sin embargo, peor fortuna ha tenido el Ayuntamiento de Gijón, prosiguió el ponente, con el proyecto de centro de talasoterapia, que, además de producir un impacto excesivo desde cualquier perspectiva, como edificio no tiene la dignidad que le exige su ubicación privilegiada y su futura función.

La Laboral produce al arquitecto asturiano sentimientos encontrados, aplaude la solución dada a la entrada, pero confiesa su pesar por la famosa caja escénica del teatro y los materiales con los que se ha trabajado en el caso de Laboral Centro de Arte. Con respecto a El Musel, cree que habrá más impacto con una eventual instalación de energía eólica que con el famoso espigón de la opción 3C.