Al parecer, a los hechos me remito, en las Consistoriales se minusvalora la historia de la villa y, lo que es aún peor y más grave, hasta se olvidan los títulos de vieja nobleza que con la residencia en ella de los señores duques de Tarancón, luego Riánsares y Tarancón, y mil marquesados, entre ellos el del propio Somió, se coronó la pintoresca, rica y orgullosa aldea...

Prueba del olvido de las viejas grandezas es el reciente acuerdo municipal por el que se da el utilitario título de avenida de la Pecuaria a una vía que nace, pasa, o nacerá o pasará -gracias a los planes de choque del acorazado «ZP-E09»- por la posesión conocida antaño como «Monte Alegre» o «Quinta del Duque»: «Ciento catorce mil metros cuadrados de buen terreno, que don Fernando Muñoz y Borbón adquirió en el barrio de Candenal y que luego cerró sobre sí con muro de cal y canto de dos metros de altura»...

En la finca levantaron los duques de Tarancón, don Fernando Muñoz y Borbón y doña Eladia Bernaldo de Quirós y G.-Cienfuegos, una casa palacio con dos pisos, oratorio, viviendas de servicio, invernaderos, cobertizos, establos, jardines... y huerto con arbeyos, lechugas y tomates «de Somió».

En aquel discreto palacio pasaron largas temporadas los señores padres del duque, la reina que fue de las Españas y que, vuelta a casar, lo fue de las Finanzas, la famosa agiotista doña María Cristina de Borbón y Dos Sicilias (a falta de una), y su segundo consorte, el tan audaz capitalista europeo como «buen mozo» taranconero Agustín Muñoz Sánchez. Allí, entre rosales, manzanos, caballos, columpios y bosques, pasaron también alegres veranos los marqueses de Campo Sagrado, José M.ª Bernaldo de Quirós y G.-Cienfuegos y doña Cristina Muñoz y Borbón, que en Somió, Oviedo, Madrid y Moscú conocieron las glorias del mundo... y, después, la más espantosa de las «ruinas» por consecuencia de las «grandezas» de su Embajada ante el zar Alejandro III, «donde (el marqués) quiso -al decir de su tía, la Infanta doña Eulalia de Borbón- igualar las grandezas del duque de Osuna, derrochando en juegos sin tasa y en fiestas deslumbrantes su enorme fortuna».

Entre aquellos muros que iban adornándose con la pátina del tiempo que anuncia la vejez falleció un 2 de abril de 1909 la duquesa, a consecuencia de una embolia cerebral, cumplidos los 70 años. Y en diciembre del siguiente año, la siguió a Ceares, repentinamente, su viudo, el duque, a los 72 años, a consecuencia de una asistolia.

La puerta principal de la finca ducal, ¡qué acierto conservarla para adorno de una futura glorieta!, fue en su tiempo de esplendor testigo mudo de un hecho casi milagroso, «cuando don Alejandro Pidal y Mon se aprestaba a cruzar la puerta montando brioso corcel, el bruto dio una empinada, derribando, como lo fue Saulo, al "mestizo" sobre el suelo ducal sin que sufriera daño aparente; al contrario, desde aquel momento quedó curado para siempre de su manía de perseguir la enseñanza primaria obligatoria como pecado nefando del Estado liberal, al igual que Saulo, en su momento, dejó de perseguir cristianos como enemigos del Imperio...».

Como residencia familiar, cada vez más ajada, permaneció la posesión hasta que, en sesión plenaria de nuestro Consistorio del 12 de julio de 1934, se acordó adquirirla para cederla al Estado a fin de instalar en ella la futura Estación Pecuaria Regional, iniciativa benemérita que a nivel nacional impulsaba el sin par don Félix Gordón Ordás, cuya memoria veterinaria, corriendo ya los meses finales de 1973, todavía osó censurar nuestro convecino el historiador don Luis Suárez, presidente vitalicio de la Fundación Francisco Franco... «El Desposeído».

Por los sucesos del 36, la posesión antes que granja regional fue cuartel de Infantería. Y como el frío apretara al regimiento y el carbón escaseara, los mozos del reemplazo largo diéronse a talar valiosos árboles del «Monte Alegre» para calentarse con las «fogatas».

Manuel Cima, que durante años fue responsable de la Pecuaria, historió con amor y cuidado la labor científica del centro. Nadie, menos el alcalde-poeta don Carlos Cienfuegos, ¡qué bien podría hacerlo ahora el periodista Joaquín Fernández!, se ocupó de conservar los recuerdos «glorioso-ducales» de la casa... «Y evoco a "Monte Alegre", dulce Arcadia; boscaje de quietud, céfiro blando; paisaje encantador que luz irradia», cantaba el munícipe bardo en su conocido poema...

La nueva vía va a titularse en lugar de avenida del Duque como de la Pecuaria, y pondrá en comunicación las edificaciones que allí crezcan, quizá de manos de Sedes, que preside un señor Hevia, con el hospital, el tanatorio y la Fundación Laboral, cuyo patronato preside otro señor Hevia...

El olvido, respetado convecino, no es otra cosa que la Cogersa -del señor Fernández-, en la que abandonamos nuestra historia...