R. G.

Era un hombre «que sentía animadversión hacia todas las mujeres», aseguran compañeros con los que trabajó durante el último mes en Gijón. «Al principio parecía una persona de lo más normal», señala uno de ellos, que prefiere mantener el anonimato y que escucha, aterrorizado, el relato de un suceso estremecedor. Las cosas cambiaron a los pocos días de llegar al nuevo empleo, cuando salió a relucir la otra cara del hombre que fue capaz de acabar con la vida de su pareja y abandonar fríamente su cadáver en una maleta. «Se mostraba violento y agresivo», asegura esta misma persona.

Su «odio» a las mujeres llegó a tal punto que los compañeros y encargados del establecimiento en el que trabajaba tuvieron que «pararle los pies» en varias ocasiones, ya que sus actitudes ofendían a las trabajadoras del local. «Tuvimos que interceder en ocasiones para que no hiciera nada a nuestras compañeras, porque a veces se ponía muy violento con ellas», explican en el restaurante compañeros que asisten, sin dar crédito, al hecho de haber convivido durante semanas con un homicida.

De su vida personal poco se sabe más allá de lo señalado de manera oficial por la Policía. No hablaba nunca de amigos ni de familiares, aunque sí llegó a presumir delante de sus compañeros de conocer a algún personaje famoso de Gijón. Una presunción que ayer no pudo ser confirmada y que puede quedar en una mera bravuconería.