Miriam SUÁREZ

«Me están fastidiando la vida». El próximo 16 de octubre, Jorge Ortiz tendrá que volver a la cárcel de Villabona para completar una condena de siete años por dos robos que «no cometí, y los que me conocen lo saben bien». El Consejo de Ministros le ha denegado el indulto, a pesar de que no hay pruebas claras de su culpabilidad. «No se considera oportuno», notificó el órgano ejecutivo. Esta decisión le complica el camino -que nunca ha sido de trayectoria fácil- a un hombre que «últimamente ni tosía, para no buscarme más problemas».

La del 16 de octubre será la tercera vez que Jorge Ortiz, de 38 años, ingrese en prisión por el mismo asunto. Así resume él cinco años de calvario judicial: «Primero, fue el ingreso preventivo. Me soltaron. Salió el juicio, y volví a entrar. En junio del año pasado, me dejaron libre mientras se tramitaba el indulto. Y, ahora, de nuevo a prisión». Está acusado de cometer dos robos con intimidación, a punta de navaja. De los siete años que le cayeron de pena, ya ha cumplido dos y medio.

Su abogado, Guillermo Calvo, ha hecho lo imposible para demostrar su inocencia, en «la que creo firmemente». Basó su defensa en que las víctimas de los robos, cometidos en comercios del barrio de La Arena, dudaron a la hora de identificar a Jorge Ortiz como autor de los hechos. Una de ellas, que había señalado su foto en los archivos policiales, se retractó luego, al reconocer a su asaltante en la imagen de otro hombre que fue arrestado tiempo después.

Pero ni el Juzgado de lo penal número 1 de Gijón ni el Tribunal Supremo ni el Constitucional creyeron en Jorge Ortiz. Sólo la Audiencia Provincial de Asturias le dio un respiro, en junio de 2008, cuando accedió a paralizar la ejecución de la sentencia mientras se resolvía su petición de indulto. Solicitar al Consejo de Ministros que le condonase la pena era la única salida que le quedaba, salida que también se le ha cerrado.

«Robé de chaval y tengo antecedentes penales, pero cosas menores, sin violencia. Yo no soy ningún navajero. Cómo voy yo a agredir o amenazar a nadie con una navaja, si veo una señora por ahí y pienso en mi madre», señalaba ayer Jorge Ortiz en una conversación telefónica con este periódico. Madre con la que actualmente reside en el barrio de Tremañes y que «se vino abajo» cuando supo que a Jorge le habían negado el indulto.

Ahora, no le queda otra alternativa que volver a la cárcel. Se lo toma con resignación: «Una mitad de mí pensaba que sí me podían perdonar la condena, pero la otra mitad no tenía ninguna esperanza. Que no me indultasen es una posibilidad que estaba ahí». Y, tras la resignación, visos de rabia: «Es que me devuelven a Villabona por nada».

Cuenta, al menos, con que le envíen al módulo terapéutico, uno de los más llevaderos, según dice. «Es donde estuve antes de que me sacaran de allí en junio del año pasado. Pude hacer cursos de pintura, de jardinería... No sé, el tiempo se te pasa de otra manera», explica Jorge Ortiz, que estos días ultima el papeleo previo a su ingreso en prisión. «Me gusta hacer cosas. Ya que tengo que estar allí, por lo menos que no mate las horas en balde», concluye.