Ayer tuvo lugar un nuevo concierto de abono (el quinto de esta temporada), por parte de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Bajo la batuta de su director titular, el maestro Maximiano Valdés, se presentó en el teatro de la Laboral un programa que abarcó una selección de los «Cuadernos para orquesta» del compositor argentino Fabián Panisello (quien fue galardonado con el I Premio Iberoamericano «Rodolfo Halffter» por esta obra), el «Concierto para piano en Re mayor» de Maurice Ravel, ejecutado por el pianista francés Jean-Philippe Collard (activo colaborador como solista internacional con la OSPA), y «La muerte y la doncella», uno de los cuartetos de cuerda más representativos y característicos de Franz Schubert, arreglado aquí para orquesta por Gustav Mahler.

La primera mitad del concierto se abrió con la obra de Panisello, actual director académico de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. La pieza, estrenada en el Auditorio Nacional de Música de Madrid en 2004, presenta un importante trabajo tímbrico y textural, combinando diferentes recursos técnicos y superponiendo varias voces (lo que produce una gran apertura armónica). Los «Cuadernos 2, 3 y 4» fueron los seleccionados, alternando tiempos rápidos y lentos generados a través de un tema descendente que sirve de base. A pesar de los fríos aplausos por parte de la audiencia (los que todavía continúan generando ciertos lenguajes contemporáneos), la orquesta realizó un importante papel, además de un destacado despliegue instrumental (incluyendo celesta, piano y un nutrido set percusivo). Seguidamente, el «Concierto para la mano izquierda» de Ravel ofreció uno de los mejores momentos de la noche, con la brillante intervención pianística de Collard. Este instrumentista, además de ser una figura prolífica en grabaciones discográficas (sobre todo asociadas al sello EMI), destaca por su lúcida visión del universo del compositor francés (del que ya ha grabado varias obras). Este concierto en un único movimiento demanda una sólida preparación y resistencia por parte del intérprete, al utilizar exclusivamente la mano izquierda para recrear toda la partitura de piano. Collard tocó con fluidez y mucha seguridad, siendo capaz de plasmar la expresividad de sus matices (incluso el cierto swing omnipresente, muy influenciado por el jazz) y ejecutar con gran limpieza los pasajes ornamentales.

Con el arreglo para orquesta de cuerdas del «Cuarteto en Re menor» de Schubert, subtitulado «La muerte y la doncella», llegamos al final del concierto. Esta obra, de fuerte carácter «beethoveniano» en cuanto al tratamiento motívico, debe su nombre a la utilización de variaciones sobre su lied del mismo título en el movimiento lento del cuarteto. Mahler presenta aquí una visión más dramática y grave de la obra, aunque sin dejar de lado la percepción estética romántica. A pesar de algunos pequeños desajustes instrumentales en el extenso movimiento inicial, la interpretación fue ganando cuerpo y carácter, enfatizándose en el vibrante presto final.

Belleza y dolor en un mismo recital. Cada una de las obras nace de sensaciones oscuras, como la muerte en la obra de Panisello, la mutilación y el sufrimiento en el concierto de Ravel, o la tormentosa relación amorosa entre la vida y la muerte, en el caso de Schubert. Sin embargo, cada una nos presenta una muestra de belleza singular adecuada a cánones estéticos muy diferenciados, lo cual potencia el enriquecimiento del oyente. Hoy se podrá asistir al mismo concierto en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, a las 20.00 horas.