Eloy MÉNDEZ

Como estos días ha llovido, el «kilometrín» está impracticable. Los usuarios del circuito urbano de atletismo más popular de la ciudad están cansados de tener que buscar rutas alternativas «cada vez que caen cuatro gotas». El pésimo drenaje de los materiales arenosos colocados por el Ayuntamiento hace unos años en esta pista de 975 metros es el culpable del encharcamiento periódico que sufre, especialmente en invierno. «Cada dos por tres se producen caídas y nos vamos para casa hasta las cejas de barro», asegura Luis González, uno de los habituales de este enclave situado entre la avenida de El Molinón y el río Piles.

Son las cinco en punto de la tarde y, fiel a sí mismo, Javier Fernández hace estiramientos junto a un gran eucalipto plantado en medio de «El Kilómetro», nombre oficial del equipamiento deportivo. «Va a ser imposible correr por el circuito», dice mientras contempla los numerosos charcos y el barro amontonado a lo largo de todo el recorrido. Por eso, después de pensárselo varias veces, decide iniciar su hora y media de entrenamiento por la acera exterior, donde tiene que compartir espacio con los peatones.

Según relata este asiduo del «kilometrín», la culpa del progresivo deterioro que sufre el firme es de los materiales arenosos que la concejalía de Deportes utilizó para hacer los rellenos hace casi una década. «Antes el suelo tenía más piedras y apenas se acumulaba agua cuando llovía», afirma. Por eso, Fernández se ha acostumbrado a preparar los maratones en los que participa de vez en cuando «por otros lugares que ofrecen menos problemas», como las sendas del parque de Isabel la Católica o las inmediaciones del recinto ferial Luis Adaro. «Mucha gente ha decidido cambiar el "kilometrín" por otros espacios, porque se han cansado de esquivar porquería», relata.

Uno de ellos es Miguel Morilla. Este domingo participará en una carrera popular en Candás y quiere llegar al cien por ciento a la competición. «Como ha llovido bastante, entreno por La Providencia», dice mientras camina de vuelta de su preparación diaria por las inmediaciones de El Molinón. Antes solía hacerlo junto a la ribera del Piles, pero se cansó de andar a saltos entre charco y charco. «Creo que deberían instalar una capa de drenaje similar a la que hay en otras pistas y que respete además las condiciones naturales de este entorno», señala, convencido de que el remedio que aplicaron en su día los responsables municipales al acometer la última urbanización de la zona fue más bien la enfermedad de la emblemática pista deportiva.

«La verdad es que vengo aquí porque no he faltado en muchos años, pero las balsas que se forman cuando llueve invitan a no volver». Eso piensa Clemente Gómez, otro de los habituales que reconoce que muchos días «no me queda otra que salirme del recorrido y correr por la calle para no tener que meterme en auténticas balsas de agua». Como las que ayer tuvo que soportar durante su dos horas de preparación Ana Vázquez, una joven atleta que considera que «aunque no se puede controlar el tiempo, sí se pueden tomar soluciones para evitar sus consecuencias» y conseguir que «el "kilometrín" siga siendo una pista y no se convierta en una piscina».