E. M.

A Alba Centeno no le tembló la voz en ningún momento. Desde el escenario improvisado en el polideportivo del centro educativo, esta alumna de segundo curso de Bachillerato inauguró con un pregón rimado las fiestas del Centro de Educación Secundaria San Eutiquio-La Salle, que concluirán esta noche con la tradicional cena de graduación en el restaurante Marieva Palace. Después, se sucedieron las actuaciones musicales, la proclamación de mister y miss 2009/2010, una comida campreste en el cerro de Santa Catalina y varias actividades lúdicas que culminaron en un karaoke. Una jornada perfecta para despedir el curso y a todos los que ponen fin a dos años de estudios.

Quien más, quien menos, los cuatrocientos alumnos de la centenaria institución de Cimadevilla participan estos días de las múltiples actividades deportivas y culturales organizadas como colofón a ocho meses de exámenes, prácticas y convivencia en las aulas. «Las fiestas siempre merecen la pena porque son una buena ocasión para venir al instituto a divertirse», comentaban entre actuación y actuación Esteban Álvarez y Borja Fernández, que este año dicen adiós al centro educativo.

Una diversión para todo tipo de gustos en función de lo visto en la mañana de ayer. «Aquí hay para dar y tomar», anunciaban desde la tarima las presentadoras de la gala, Tania Piñeiro y Silvia Morado, que dieron paso, uno por uno, a todos los participantes. Los primeros en dar la nota fueron los gaiteros Sergio Lobo y Cristian de Diego y la tamborilera Rocío Palicio. Después, llegaron actuaciones de baile flamenco, canción ligera y hasta una original crítica a la tauromaquia en versión rap. Entre tema y tema, hubo tiempo para entregar ramos y coronas a los más guapos de la promoción que, gracias a las votaciones de sus propios compañeros, fueron Pablo Ordonica y Laura Ordiales.

«Son días de mucho ajetreo», decía en su despacho el director del centro, Juan Antonio Fernández, mientras firmaba sin parar los diplomas que entregará hoy a los recién graduados. Mientras, las calles que rodean el centro estaban repletas de chavales que se hacían fotos de recuerdo antes de darse el adiós definitivo para comenzar su vida universitaria o laboral. «Es para hacer un montaje y para el Tuenti», explicaba cámara en mano Lucía Rubiera mientras retrataba a sus amigas. Una instantánea que pronto se convertirá en un recuerdo de años mozos y felices.