Ángel CABRANES

«En nuestro 50.º aniversario teníamos que hacer algo. No queríamos un autohomenaje y optamos por todo lo contrario: un espectáculo para reírnos de nosotros mismos». Albert Boadella, director de «Els Joglars», define así «Omena-G 2036». Una obra que ayer inyectó al público del Jovellanos «dosis de sarcasmo, ironía y emotividad» a través de la puesta en escena de «una hipotética celebración de nuestros próximos setenta y cinco años de historia». El futuro es fuente de inspiración para disfrutar de «enfrentamientos generacionales divertidos», dentro de una compañía que «es un valor seguro y ha trabajado desde la libertad para disparar al talón de Aquiles de determinados poderes». Hoy, a las 20.30 horas, el coliseo gijonés ofrecerá la última oportunidad de comprobarlo.

Desde su casa del Ampurdán (Gerona), Albert Boadella hace balance del bagaje de una compañía que, como pudo confirmarse ayer, es capaz de burlarse hasta de sus propias experiencias. «Es ahí donde empieza el sentido del humor. La obra está ambientada en el año 2036 y, aunque me veo criando malvas en esa época, me conformaría con que "Els Joglars" siguiera vivo y tuviera otro director, aunque lo hiciera mal».

Pero quien ha elevado a este grupo a ser la entidad privada teatral más longeva en Europa ha sido Boadella, que todavía recuerda «cómo empezamos diez personas en el elenco, transportando los decorados en la baca de una furgoneta. Ahora ya somos un grupo de 23, que traslada sus escenarios en dos tráileres».

Lejos quedan los años en los que «sufrimos cárcel, consejos de guerra, exilio, atentados... Sólo por emplear una libertad muy divertida pero que también nos trajo sus consecuencias». El presente y el futuro es diferente, aunque el catalán encuentra que «la transmisión casi artesanal del teatro sigue siendo la misma que inventó Aristófanes hace dos mil cuatrocientos años».

La fina provocación que desde su inicio ha definido a «Els Joglars» es «una expresión que ha existido desde el inicio de la civilización, aunque los primitivos no se rieran tanto». Sin embargo, Albert Boadella invita a ponerse serio a través de la carcajada, porque «si el hombre sigue siendo hombre, y no tiene graves problemas en el cerebro, hay que intentar "chotearse" hasta de la propia muerte». El fin del proceso vital es el mismo al que reta una compañía que se siente joven a los 50.