El otorrino Néstor Galindo, prestigioso especialista del Hospital Ruber Internacional, aseguró el viernes en estas mismas páginas que el noventa por ciento de la población mundial sufre problemas respiratorios. Lo cual explicaría que a un extenso espectro de población le resulte harto dificultoso distinguir el olor a podrido o a naftalina. Lo cierto es que en los aledaños a la política el ambiente se ha vuelto irrespirable, prácticamente anhídrido. Los peces alevines aprenden de inmediato a removerse en la inmundicia, de manera que cualquier estanque se convierte en cloaca. Viene esto a cuento del fuego cruzado en las elecciones para designar a los nuevos mandatarios del Consejo de la Juventud de Gijón. Si en las asociaciones juveniles de los partidos se imponen como ejercicio práctico de supervivencia el navajazo y el chalaneo, qué no va a ocurrir cuando lo que se ventila es la generosa soldada de un escaño. Malo de aquél que no ha conocido otro oficio que el de la poltrona.