M. CASTRO

«No somos capaces de ver a un elefante en el salón de nuestra casa». El vicepresidente de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, Dan Laffoley, explicó ayer con esa frase la ceguera con la que gran parte de la sociedad y sus dirigentes se enfrentan a los efectos del cambio climático sobre el mar. Los océanos van camino de convertirse, en cuestión de unas pocas décadas, en lugares inhóspitos para gran parte de la vida marina, debido al envenenamiento del agua por el CO2 que emite a la atmósfera el uso de combustibles fósiles. La despensa de la humanidad está en peligro, y no sólo por la sobreexplotación pesquera.

Ese emponzoñamiento de los mares, que si no se restringen las emisiones de CO2 tendrá efectos dramáticos a corto plazo, es un hecho incontrovertible para la ciencia, tal como coincidieron ayer en señalar la bióloga y responsable del Laboratorio Marino de Plymouth, Carol Turley; la representante de la Agencia Europea de Medio Ambiente, Trine Christiansen, y la profesora de medio ambiente y recursos económicos del Instituto Kiel de Economía Mundial, Katrin Rehdanz, además del propio Laffoley, en la mesa redonda titulada «El cambio climático en las zonas costeras y marinas: de la ciencia a la política», que se celebró ayer dentro de los actos del «Día marítimo mundial».

El mar absorbe un tercio del CO2 que se emite a la atmósfera. Cuando este gas se disuelve en el agua se origina una reacción química que produce ácido carbónico, lo que disminuye el pH de los mares. Esa acidez es corrosiva para las conchas y esqueletos de los organismos marinos y también se come los minerales que contiene el agua, necesarios para la producción de esas conchas y esqueletos. «La velocidad del cambio que se está produciendo en el medio marino es alarmante», señaló Carol Turley: faltan pocos años para que los corales no puedan crecer en los mares tropicales o para que los océanos polares alcancen niveles de acidez capaces de disolver conchas. Esta bióloga británica recordó que de la existencia de arrecifes coralinos depende el 20% de la pesca de los países desarrollados, que el nivel de acidez acabará impidiendo a los moluscos producir sus conchas y también tendrá efectos sobre la seguridad alimentaria de los seres humanos. Un impacto que se multiplicará por el aumento de la temperatura del mar y la sobreexplotación de sus recursos.

El aumento de la temperatura de los océanos es otro de los problemas, si bien a medio plazo. Por un lado, el aumento del nivel del mar por el deshielo de regiones polares anegará zonas costeras en todo el mundo. Por otro, el aumento de la temperatura del agua, que está afectando especialmente a los mares europeos, está acabando con los recursos pesqueros, al provocar cambios en los ciclos del plancton (base de la cadena alimentaria) y al hacer «emigrar a las profundidades o al norte, buscando aguas más frías al plancton y a los peces», señaló Trine Christiansen. Los expertos que ayer compartieron mesa en la Laboral recordaron que la estrategia contra el cambio climático pasa por disminuir el uso de combustibles fósiles para evitar que la temperatura del agua aumente en dos grados más. De sobrepasar ese límite, «se producirán extinciones masivas de flora y fauna», explicó Laffoley.

La última vez que ocurrieron cambios tan dramáticos como los que estos expertos vaticinan fue hace 65 millones de años. En aquella ocasión el mar tardó milenios en recuperar su estabilidad química, mientras que la vida marina no se recuperó hasta millones de años después, explicó Carol Turley. Otros prefieren seguir pensando a más corto plazo.