Lo que este periódico calificó de «zulo» o «búnker», el agujero donde aparecieron unas veinte mil piezas de las excavaciones arqueológicas de la Campa Torres, la consejera de Cultura del Principado lo define como «depósito deslocalizado». Y es, pásmese el lector, «almacén oculto» para el Ayuntamiento de Gijón. Por esa misma regla de tres lingüística, no hay crisis, sino desaceleración; y no existe el aborto, sino interrupción voluntaria del embarazo. La costumbre de no llamar a las cosas por su nombre es hábito frecuente en política, pariente de la práctica habitual del disimulo, de esconder la realidad para que no atropelle los intereses de los que mandan. El eufemismo en el lenguaje político, frecuente estafa léxica o suerte de germanía, tiene como objetivo que las mentiras parezcan verdades: es como llamar Euménides a las Erinias. Los políticos usan el eufemismo o el disfemismo según ocupen la bancada del Gobierno o de la oposición. Ocurre que el lenguaje no se inventa, se hereda.