Mario García Sánchez volvió a ver a la Reina Sofía el pasado lunes. Esta vez no era en una reunión de trabajo, ni una visita de protocolo, ni un acto reivindicativo en los que una y otro, se han acostumbrado a saludarse. Esta vez la Reina de España «condecoró» a este asturiano nacido en El Entrego (1957) y recriado en Gijón, con la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social.

En esa cruz iba todo el reconocimiento «a su trayectoria personal ligada a las asociaciones que promocionan y defienden la integración social de las personas con discapacidad física». Un orgullo inmenso y una prueba de superación constante para un asturiano en el que una polio sufrida con 13 meses llevó a depender, de por vida, de dos bastones para caminar. Ni a paso ligero hubiera llegado más lejos.

Diplomado en Empresariales, Mario García cuenta con una dilatada experiencia en el movimiento asociativo, que le ha tenido entre sus miembros más activos desde que en 1977 se convirtió en socio fundador de la Unión de Minusválidos de Asturias (UMA). Doce años después se convirtió en presidente y el mismo puesto alcanzó en la Federación de Discapacitados Físicos de Asturias (FEDAS), germen de lo que en la actualidad se conoce como COCEMFE-Asturias. De esta entidad, cuyas siglas se corresponden con la Confederación Coordinadora Estatal de Minusválidos Físicos, se convirtió en su cabeza más visible en 1994 y en sólo cinco años acabó dando el salto a la confederación estatal, lo que le obligó a dejar su residencia de Gijón (que aún conserva) para instalarse en Madrid.

Mario García también ha ejercido como presidente del Cermi (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad) entre los años 2002 y 2008, lo que supone tanto como decir que lideró la plataforma de representación, defensa y acción de más de tres millones y medio de ciudadanos españoles con discapacidad, más sus familias. En la actualidad mantiene la vicepresidencia de esta entidad.

Sus cargos más importantes no impiden que despliegue, a la vez y sin desmayo, actividad en otros muchos frentes: es presidente de la Fundación Iniciativas para la Discapacidad, presidente de Rompiendo Barreras, vicepresidente de la Fundación Once, miembro del Real Patronato sobre Discapacidad -que preside la Reina-, miembro del Consejo Nacional de Discapacidad y del Consejo Estatal de ONGs. Por si ese currículo no diera pistas, los premios y distinciones tampoco le son ajenos. Así, por ejemplo, en 2008 recibió uno de los premios a la calidad y excelencia profesional y empresarial que entrega la Asociación Internacional de Expertos en Derecho del Trabajo y Escritores Laboralistas «Profesor Antonio Olea».

Quienes saben de sus logros, además, ven su sombra y su trabajo detrás de algunos de los más importantes avances, leyes y normativas que han repercutido en la calidad de vida y menguado la desigualdad que sufrían los españoles con discapacidad. Así, con su colaboración salió adelante la Ley de Igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal (Liondau), la Ley de Protección patrimonial, la jubilación anticipada para trabajadores con discapacidad, la compatibilidad de las pensiones no contributivas con el trabajo o el IVA superreducido para vehículos destinados al transporte de personas con discapacidad.

Pero todos esos méritos que abruman sólo perfilan a un asturiano que ha venido demostrando durante décadas su carácter luchador, su carismática personalidad, su carácter fuerte, su firmeza de ideas -que defiende con apasionamiento- y que nunca desprecia la reflexión sobre otras alternativas que se le presentan. Y eso, dicen, consiguiendo ser bastante ecuánime en su proceder.

«Es un luchador infatigable en favor de los derechos y de la mejora de las condiciones de vida de las personas con discapacidad; él mismo ha vivido en su propia persona la mayoría de las situaciones y los sinsabores de encontrarse con barreras de todo tipo que impiden que nos desenvolvamos con libertad en las actividad de la vida diaria. Esa experiencia personal le hace entender mejor que nadie a quienes representa», explican algunos de sus compañeros asturianos de lucha.

Sociable, amigo de sus amigos, de gustos sencillos, de ambiente de barrio, la capital de España no ha podido con Mario García. A él lo que le gusta es ir de merenderos y tomarse un culín en las sidrerías. Por no hablar de degustar los manjares gastronómicos de la tierra, con igual rango para una chopa que para una parrocha. Es de los fieles que procura no perderse jamás la fiesta de Begoña y que sigue disfrutando de la noche gijonesa de los fuegos, contemplados en buena compañía desde alguno de los restaurantes de la frontera marina gijonesa. «Gran jugador de mus, buen contertulio, ocurrente contador de chistes y dotado de amplio sentido del humor, tanto como ironía», desvelan los que le conocen. Los mismos que también saben de su pasión por el karaoke, su buen oído -«que no oreja grande»- y buena voz, y su gusto por los temas de Víctor Manuel, Ana Belén o Nino Bravo. Su optimismo, a prueba de envites, sólo mengua en los días de orbayu, lluvia o tormenta. Porque en esos días el pavimento sigue siendo una trampa letal para quienes tienen un caminar renqueante. Ahí sigue tiendo un reto por el que luchar. Porque no está dispuesto a perder en ninguna caída la vitalidad que le exige su nieto Carlos y su Sporting.