Eloy MÉNDEZ

¿Qué pasó durante el último mandato de Ángel Cuesta al frente del Grupo Covadonga? Eso se preguntan muchos socios de la mayor entidad deportiva asturiana desde que el ex presidente reconociese en la vista oral del juicio por la fusión con el Centro Asturiano que el secretario Diego del Valle -aún en el cargo- no redactó las actas de las reuniones de la junta directiva entre 2004 y 2008. Un período clave para el club de Las Mestas, durante el que se acordó la fusión con el Centro Asturiano de La Habana, ahora refutada, y se aprobó el sobrecoste del nuevo pabellón verde, que superó el doble de lo inicialmente presupuestado. Esa herencia recibió Enrique Tamargo, actual mandatario, que se encontró hace dos años con unas cuentas en números rojos y un proceso de absorción cargado de sombras y, en parte, desarrollado a espaldas de la asamblea.

Casi nada hay por escrito de los acuerdos de fusión entre el Grupo y el Centro Asturiano. Eso quedó claro el pasado 14 de julio durante la declaración de Ángel Cuesta ante el juez, llamado como testigo para esclarecer las claves de aquellos pactos que dieron lugar a una operación aprobada en un principio por ambas partes y abortada posteriormente por sucesivos recursos y por una segunda votación grupista. Las reuniones de la junta que presidía y en las que se tomaron las principales decisiones nunca fueron transcritas o, al menos, esos papeles no tienen su firma, tal y como exigen los estatutos de la sociedad. Tampoco se pusieron negro sobre blanco los encuentros que mantuvieron representantes de ambas directivas antes y después de que los socios aprobaran el proceso.

Por parte del Grupo, a esos encuentros acudían, además del propio Cuesta, el ex vicepresidente Tasio del Reguero, el ex tesorero Crisanto Cadenas y el vocal Enrique Moro. Los dos primeros reconocieron también durante el juicio que no existen documentos sobre la fusión con el Centro Asturiano y que participaron, bajo órdenes de Cuesta, en la «cogestión» del club de Mareo, instándole a vender parte de su sede en Begoña para hacer frente a una hipoteca. Además, admitieron «haber aconsejado» obras en la finca La Torre, según un proyecto de nuevas instalaciones que llegaron a plasmar en un CD. Nada de esto había sido comunicado previamente a la asamblea de socios.

Pero el vacío documental que se produjo durante el último mandato de Cuesta no sólo afecta a las decisiones que se tomaron en torno a la absorción del Centro Asturiano. También impide conocer cómo se gestionó el sobrecoste del nuevo pabellón. La obra del deslumbrante equipamiento fue presupuestada inicialmente en 4,5 millones de euros. Después sufrió varios modificados hasta alcanzar los 7,3 millones y, finalmente, se pagó en 8,5 millones. Un desembolso que dejó seriamente tocadas las arcas de la entidad. Además, los importantes fallos en la estructura han puesto en jaque a la actual directiva, que se plantea tomar acciones legales contra la constructora.

Para hacer frente a las deudas de esta fortísima inversión, Tamargo solicitó nada más llegar a la presidencia un crédito de 600.000 euros y, poco después, subió las cuotas anuales. Aún así, el Grupo todavía arrastra problemas económicos y está abocado a una política marcada por la austeridad. Más aún si se tiene en cuenta que recientemente ha tenido que pagar una indemnización de más de 50.000 euros a su ex abogado Ramón Robles, que pedía 108.000 por despedido improcedente.

En este contexto, el juzgado número 3 de Primera Instancia hará pública dentro de unas semanas la sentencia que aclarará, cinco años después, si el Grupo está obligado o no a fusionarse con el Centro Asturiano, a falta de posibles recursos ante instancias superiores. Lo que será más difícil conocer es cómo se fraguó paso a paso toda aquella operación entre dos entidades señeras de la ciudad que suman más de 35.000 socios y que, por el momento, viven pendientes la una de la otra.