E. M.

Cinco casas abandonadas en las proximidades de los colegios de las Ursulinas y Los Pericones traen por la calle de la amargura a vecinos y padres de los centros docentes del barrio de Ceares. Según dicen, estas viviendas se han convertido en un lugar habitual de reunión de los niños que frecuentan la zona, acostumbrados a cruzar el umbral de sus puertas para jugar. Algo que, debido al estado de las construcciones, ya ha provocado varios sustos en forma de heridas y lesiones de los menores. «El último accidente ocurrió este mismo martes», denuncia Rufino Gallegos, residente en la zona, ex presidente de la asociación vecinal y colaborador habitual de la parroquia de la Santa Cruz. Por eso, solicita que «se derruyan de inmediato» los viejos inmuebles.

Los pequeños aprovechan para llenar las casas abandonadas en cuanto salen de clase. «Desde hace tiempo se ha convertido en una costumbre. Andan por el interior completamente despreocupados, a pesar de que está lleno de agujeros y materiales derruidos», dice Gallegos, que alerta de que «en cualquier momento se puede producir una desgracia mayor», debido al riesgo real de derrumbe. «Tenemos un gran parque justo al lado, así que creemos que ni mucho menos esas chabolas son un buen lugar para el juego», añade.

La situación no es nueva y las cinco casas ya han dado más de un disgusto al vecindario, al que han llegado nuevos moradores tras la entrega de las llaves de los nuevos pisos construidos en la calle Pepe Ortiz. «Somos conscientes de que, durante mucho tiempo, este lugar ha sido utilizado por drogadictos sin que nadie hiciera nada», se lamenta una de las recién llegadas. Por eso, solicita que las autoridades municipales «prohíban de alguna manera la entrada o las tiren definitivamente».

Por el momento, las quejas ya han llegado al Ayuntamiento, que tiene previsto urbanizar las parcelas, tal y como ya ha hecho con otras próximas. «Esperamos que se actúe antes de que sea demasiado tarde», afirma Gallegos a modo de conclusión.