A. RUBIERA

En el Hospital de Jove la investigación es una sesión continua. El equipo que lidera el cirujano Francisco Vizoso acabó el pasado año con «una producción impresionante, para lo modestos que somos y el poco dinero del que disponemos». Lo afirma el doctor Vizoso y lo refrendan los datos. En el buscador médico «Medline», una de las bases de datos de bibliografía médica de referencia internacional, Jove registró el pasado año 14 trabajos, ya sea en colaboración con otros investigadores de distintos puntos del país, o en solitario. «Estamos recogiendo muchos frutos y a veces creo que es un milagro, aunque sé que se basa en la implicación y el entusiasmo de un equipo que siempre está abierto a colaboraciones multidisciplinares», sostiene Vizoso.

Entre los últimos trabajos del año que les generaron una gratificación en forma de publicación de prestigio, el doctor Vizoso cita el que, de la mano del doctor Román Pérez-Fernández y su equipo de la Universidad de Santiago de Compostela, vio la luz en noviembre en la revista «Journal of Clinical Investigation» (la segunda de mayor índice de impacto en la categoría de «Medicina, investigación y experimentación»), sobre el papel que puede llegar a jugar una determinada proteína, conocida como Pit-1, en el pronóstico del cáncer de mama. Y quién sabe si en otros tumores.

«El doctor Román había encontrado que muchos cánceres de mama, curiosamente, producían esta proteína, que es ampliamente conocida por la comunidad médica, pero como sustancia que tiene una función fisiológica importante en el funcionamiento de la hipófisis», cuenta Vizoso. La investigación en torno al cáncer de mama y la Pit-1 lleva varios años de rodaje y cada nuevo paso entusiasma más a los investigadores gijoneses.

Tras un complejo trabajo en el que se utilizaron líneas celulares tumorales de ratones inmunodeficientes y, también, muestras de carcinomas mamarios humanos (de la base de datos de tumores que tiene el Hospital de Jove por aportación de sus pacientes), se pudo verificar que a mayor presencia de la citada proteína en células tumorales, éstas se vuelven «muy agresivas; crecen más deprisa, incluso evitan la muerte celular programada, además de tener una gran capacidad invasiva. Y, por el contrario, cuando a esas células les anulamos la producción de Pit-1, se vuelven menos agresivas», explica Vizoso.

Otro paso del trabajo experimental consistió en inyectar a ratones inmunodeprimidos (que no se pueden defender del tumor) células de cáncer de mama humano que producen exceso de la mencionada proteína. Entonces los investigadores detectaron que «en esos ratones, las células tumorales crecen muy deprisa llegando a producir metástasis en el pulmón. En cambio, cuando les añadimos células de cáncer de mama humano donde el Pit estaba bloqueado, lo que se veían eran tumores más indolentes y que crecen menos deprisa». La investigación se completó, además, con un estudio sobre la relación entre el pronóstico que tuvieron 110 casos de cáncer de mama de pacientes de Jove y la expresión que, en cada uno, tenía dicha proteína.

«Comprobamos que estaba más elevada en las mujeres que tuvieron metástasis; también vimos que de las mujeres con ganglios positivos, las que expresaban esos niveles altos de Pit tuvieron una tasa elevadísima de metástasis en comparación con las que no la expresaban o tenían esa proteína en niveles mínimos», relata Vizoso. De ahí que «podamos decir, claramente, que es una proteína que nos puede dar valiosas pistas sobre qué tipos de pacientes pueden tener un peor pronóstico, con lo cual a tendríamos que aplicarle tratamientos más agresivos y hacerle un seguimiento con más detalle y de forma más preventiva, dado su riesgo potencial de desarrollar una metástasis».

Y como el conocimiento lleva a la esperanza, entre los aspectos relevantes está el saber que «la producción de esta proteína se frena o se inhibe con la vitamina D», explica Vizoso. «Es algo muy importante porque la pregunta es lógica: ¿podremos tratar los tumores con vitamina D? Pues es una posibilidad que hay que investigar». Siempre, eso sí, teniendo en cuenta que administrada a dosis altas, la vitamina D puede producir efectos secundarios importantes. «Eso es un inconveniente, pero hoy en día se están probando sucedáneos de vitamina D que no tienen este efecto adverso. Creo que en el futuro este hallazgo tan importante podría llevarnos a una posible diana terapéutica; o sea, a centrarnos en una vitamina que puede ser una clave para bloquear la producción de una proteína relacionada negativamente con el cáncer de mama».

Como si hubieran cogido cerezas de un cesto, colgadas de cada nueva investigación a los integrantes de la unidad de Jove les surgen otras muchas líneas de trabajo. Inquietudes no les faltan, ni amor por la investigación. Y, además, cuentan con otras ventajas que han ido labrándose en estos años. Una de ellas es la importante base de datos, de todo tipo de tumores, que ha creado -y que sigue alimentando- gracias a los pacientes que pasan por el hospital gijonés. «Tenemos una base de datos importantísima de todo tipo de tumores: de mama, colon, estómago, melanoma... y últimamente hemos desarrollado mucho la base de datos de cáncer de próstata. Ése es un gran capital del que no todo el mundo dispone», aclara Vizoso. Y con ese capital siguen en la brecha.