Apasionado de sus cosas, entusiasta de su trabajo, sincero... Lo conocí en una charla con Lorenzo Caprile y me sorprendió su accesibilidad; los cineastas no suelen ser personas de fácil comunicación fuera de las cámaras. Los premios otorgados a algunos de sus cortos han hecho trascender su nombre de las fronteras internacionales.

-Por favor, defínase.

-Soy un contador de historias, un vendedor de sueños. Dispongo de una considerable capacidad utópica, no mayor que mi carga de compromiso social. Me considero autocrítico, tolerante con los demás, muy familiar... Tengo muchos conocidos, pero amigos de verdad, pocos.

-¿Dónde vive?

-En Grado, donde nací en 1961. En una casa en el campo.

-¿El cine siempre estuvo en su vida o lo encontró de casualidad?

-Creció conmigo a partir de los 6 años. Soy hijo único y mi abuela Marina me llevaba al cine a Oviedo, dos o tres veces por semana. Íbamos en tren. Ella regentaba un negocio de alimentación de Grado, Marina Usátegui, y normalmente tenía que ir a la capital a resolver cuestiones de su trabajo.

-¿Ha tenido usted una formación específica para hacer cine?

-No, fui y soy autodidacta, aunque nunca dejo de formarme. Paso mucho tiempo viendo cine, hago cursos, estudio... Acabo de estrenar mi primera obra de teatro, «Pasiones en Llames», en la que participo como actor y me sirve como taller. El resto de los intérpretes es de Gijón, Ángel Sánchez, Ani Méndez, Yohana Mayorga, Arif Alfaraz... En los tres primeros cortos que hice trabajó como protagonista otro gijonés, Fernando Marrot, muy conocido por haber participado en «Luz de domingo», de Garci, y en la serie «Hispania» de Antena 3.

-Dígame tres condiciones para hacer una buena película.

-Por este orden, primero un buen guión; luego, dinero para lograr un equipo técnico de solvencia y, por último, unos actores adecuados.

-¿Y qué diría que precisa un director?

-Grandes dosis de psicología; el director es la referencia de todos los participantes y a su vez su coordinador. Es imprescindible tener seguridad en uno mismo y ser capaz de sacar lo mejor de cada uno de los actores.

-¿El sueño de su vida se llama «Oscar»?

-No, ni siquiera «Goya». El sueño ya se está produciendo al acudir a festivales nacionales e internacionales y darte cuenta de que la historia que has creado es compartida con tantísimas personas que además la disfrutan. Cuando con «Almas perdidas» ganamos el premio «Pink Apple», en Zürich, lo que sentí es inenarrable.

-¿Cuál es su película de referencia?

-La italiana «Cinema Paradiso», dirigida por Giuseppe Tornatore. Es un filme que me marcó porque en él se vive la esencia del verdadero cine. En su día ganó tres «Oscar» en el apartado de mejor película extranjera. Otra que considero una obra de arte es «Alguien voló sobre el nido del cuco», de Milos Forman.

-¿Y su actor y director preferidos?

-Siempre me encantó Anthony Quinn por su versatilidad; se adaptaba a los papeles más dispares. Y Kirk Douglas. De los actuales me gusta Matt Damon. En cuanto a los directores, el español Víctor Érice. De los extranjeros, Clint Eastwood y Stanley Kubrick.

-He visto «Almas perdidas», un corto muy explícito sin apenas diálogo, ¿de quién es el guión?

-Todos son míos. Escribo sin disciplina; si me viene una idea me detengo en mi quehacer y me pongo a escribir.

-¿Tiene en proyecto rodar un largometraje?

-Sí, lleva por título «El último invierno». Estoy pendiente de la producción. La protagonista será Ana Torrent, aunque también ha de participar la asturiana María Cotiello; una gran actriz. Los exteriores se repartirán al 50 por ciento entre una capital -bien Oviedo o Gijón- y la comarca de Navia. En esta zona, Navia, hice un corto sobre la emigración en el que trabajó, entre otros, el niño Guillermo Estrella, uno de los protagonistas de «Biutiful» junto a Javier Bardem.

-A propósito, ¿Javier Bardem es para tanto?

-Me ha convencido como gran actor por primera vez en «Biutiful», donde hace un trabajo muy completo. La película me parece buena. «Pa negre» no la he visto, y «Balada triste de trompeta», sí, pero no me dice nada. «También la lluvia» me gustó.

-¿Qué opina de la controversia de Álex de la Iglesia con la ministra González Sinde?

-Creo que ambas posturas tienen algo de razón. Si yo soy el creador de algo es justo que obtenga beneficios, pero ya que se reciben tantas subvenciones también es legítimo que las personas con escasos medios económicos puedan acceder al cine, a la música, a lo que sea.

-El mundo del cine siempre parece escorar hacia la izquierda, ¿y usted?

-Yo siempre me he sentido de centro; tengo amigos en los dos lados y recibo ayudas de las dos partes.

-La crisis también habrá llegado al cine...

-Sin duda, se han recortado las subvenciones a los proyectos cinematográficos, y si antes era difícil acercarse al cine norteamericano, ahora será imposible.

-¿Qué talento añadiría a su personalidad?

-La facultad musical para tocar el piano o la guitarra. Lo intenté, pero no fui capaz; todos deberíamos saber para qué servimos.

-¿Conserva algún trofeo al mérito deportivo?

-No, pero tengo un diploma de honor que me dieron en la mili, en Melilla. Fue una experiencia muy dura, pero que nadie me hable mal de los Regulares.

-¿Ve televisión un director de cine?

-Poco, cada vez menos. La televisión española, en general, me parece bastante chabacana, debido a la gran crisis de valores. Todos deberíamos contribuir, sobre todo los que tiene responsabilidad, a hacer un mundo mejor. Mi ocio se reparte entre la lectura y el teatro.

-¿Con qué se emociona?

-Con el calor y apoyo que me presta mi familia, mi esposa, Magdalena Llerandi, y mi hija Cristina, tolerando mis gastos, mis horarios, mis noches en vela, mis viajes...

«Si soy el creador de algo es justo que obtenga beneficios, pero ya que se reciben tantas subvenciones es legítimo que las personas con escasos medios puedan acceder al cine, a la música, a lo que sea...»