J. M.

Víctor Guerra anunció ayer al comienzo de su conferencia en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón que ésta era «su despedida de la investigación historiográfica sobre la masonería, ya que voy a pasar al estudio de los rituales o de las ideas de pensamiento y filosóficas de las logias». Guerra señaló que las logias gijonesas «tienen cierto peso en la masonería nacional, tanto por su renacimiento a comienzos del siglo XX como por su recuperación en el último tercio de ese mismo siglo». En aquel primer período del siglo pasado, los años dorados de la masonería gijonesa estuvieron comprendidos en entre 1922 y 1933, bajo la dirección de Alberto de Lera y López del Villar, «hasta que Melquíades Álvarez pacta con la CEDA, la formación de Gil Robles, y la mayoría abandonan el melquiadismo». Llegada la Guerra Civil y la entrada de las tropas nacionales en Gijón, otra particularidad de la masonería gijonesa, a diferencia de la de otros lugares, fue que «pudo realizar una evacuación ordenada, confeccionado listas de acuerdo con los partidos políticos y sindicatos», expuso Víctor Guerra.