Enrique Ballester es el director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Diseño de la Universidad Politécnica de Valencia desde hace 25 años. Ha sido el presidente de la Conferencia de Directores de Escuelas Técnicas y ha ocupado numerosos cargos nacionales. El viernes visitó la Politécnica gijonesa para anunciar una nueva colaboración con la Universidad de Oviedo en el máster de ingeniería del diseño. Ballester es un fiel defensor de alianzas con otras universidades españolas, europeas y americanas para compartir estas enseñanzas. Una de ellas fue la antigua Escuela de Peritos de Gijón, con la que suscribió un acuerdo de colaboración hace cuatro años para que los alumnos asturianos pudieran obtener dos títulos en unas condiciones muy ventajosas. Acaba de recibir la cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en reconocimiento a su dilatada y exitosa trayectoria docente.

-¿Por qué esta nueva colaboración con el campus gijonés?

-La ventaja de nuestro máster es que abre las puertas a continuar con programas de doctorado que nosotros también tenemos implantados. La colaboración con los doctores de Gijón es importante para que la gente pueda hacer tesis y completar su formación académica desde la propia Universidad.

-¿Qué áreas están trabajando en la Politécnica de Valencia?

-Hay especialistas en diseño del juguete, de espacios de ocio, en equipamientos industriales, ecodiseño... En general, tenemos una amplia gama de temas donde trabajan profesores de nuestra Universidad. Lo primero que hice cuando implantamos el título de diseño fue buscar qué personal de la Universidad trabajaba en el campo del diseño y se trajo a gente de la Facultad de Bellas Artes, de la Escuela de Industriales, de Arquitectura... y se hizo un colectivo de profesores diverso trabajando en la idea común que era el título de diseño. Eso nos ha dado muy buenos resultados.

-Al final, el diseño manda sobre el resto de ingenierías.

-Además de diseño también tenemos ingeniería aeronáutica de ciclo largo, electricidad, electrónica industrial y automática, química industrial y organización industrial, lo cual ha originado los nuevos grados. En este momento las cifras que barajamos son un poco menos que las de la Politécnica de Gijón, con unos cuatro mil y pico alumnos. En diseño estamos hablando del orden de 60 o 70 alumnos nuevos por año en el máster y en la titulación de grado correspondiente, unos 150.

-¿Sería conveniente implantar el grado de diseño en Gijón?

-Yo creo que sí. Es un título que está abriendo muchas posibilidades porque complementa a otras ingenierías. Un mecánico con la formación de diseño tiene otros puntos de vista, por tanto puede aportar más a la industria tradicional. De hecho, la culminación de un ingeniero es que sepa diseñar, entonces tiene que hacer un proyecto que incluye siempre un componente de diseño nuevo.

-¿Innovación y diseño van de la mano?

-Sí. Es algo que intentamos transmitir a los alumnos. Igual que la capacidad de emprender, porque con la situación que tenemos ahora mismo de crisis, la gente o pone imaginación a crear empresas o a buscar nuevos sectores económicos o si no es difícil salir adelante. Yo creo que los titulados en Ingeniería del Estado español en general tienen que cambiar el chip, y pasar de pensar en ser funcionarios a ser el motor de las empresas.

-¿Por dónde pasa la salida a la crisis?

-La internacionalización es fundamental porque estamos en un mundo global y tienes que ver cómo produces pequeños cambios que hagan que tus productos se puedan vender mejor fuera. La mejor forma es que tus ingenieros hayan estado un tiempo fuera, si es posible de «Erasmus» u otros programas.

-¿El diseño es la palanca de la próxima revolución industrial?

-Puede ser con la aplicación de las nuevas tecnologías y las nuevas fuentes de energía. Ese conjunto nos va a abrir unas puertas que en este momento no estamos contemplando y necesitamos abrir para encontrar nuevos nichos de trabajo.

-La propuesta de la canciller alemana Angela Merkel ¿puede perjudicar al sector?

-No. En el sector aeronáutico nosotros tenemos a Fernando Alonso, que trabaja en Airbus como jefe de los servicios de pruebas de los nuevos aviones. Desde Toulouse en seguida abre puertas para que los alumnos de las escuelas de Madrid o de Valencia estén completando sus estudios fuera. Al final, eso enriquece cuando los titulados vuelvan a nuestro sector productivo.

-¿El ingeniero español se siente bien remunerado?

-Sinceramente, no. La crisis está afectando a una gran parte de trabajadores del sector. En España yo creo que es difícil que aquellos que estamos trabajando, seamos ingenieros o no, estemos satisfechos con el sueldo que en este momento se está recibiendo.

-¿Alguna propuesta?

-Lo importante es que sepamos transmitir a nuestros alumnos la necesidad de crear empresas. Cuando les preguntas, un porcentaje muy alto dice que quisieran ser funcionarios. La inversión que se hace por parte de la sociedad para formar ingenieros es un aporte muy grande para que luego no lo devuelvan. Han de contribuir con la creación de puestos de trabajo y generación de riqueza a través de industrias, que es para lo que los hemos formado, no para hacer oposiciones.

-¿Qué opina sobre la fusión de las escuelas de Ingeniería de Gijón?

-Veré en el futuro cómo ha ido. Nosotros en Valencia, en la rama industrial no lo hemos considerado, sólo en Agronomía y en Informática, porque en Industriales saldría una escuela con 9.000 alumnos. Sería crear un poder fáctico dentro de la Politécnica, algo muy complicado.