Los veranos gijoneses no serían iguales si el pintor Roberto Díaz de Orosia dejara de organizar su tradicional verbena en la Casa Rosada, su vivienda de La Guía. Un caserón rodeado de un fantástico jardín con hórreo incluido, en el que se pueden encontrar los muebles o artículos más envidiados por los amantes del Art Deco. Alegre y cordial, el festejo, espicha o verbena -puede catalogarse de muchas maneras- con baile incluido, es siempre una reunión con una peculiaridad: la diversidad de sus invitados.

Este año, y después de que el artista apoyara públicamente la candidatura de Foro Asturias, incluyó en su lista de invitados a muchos de los componentes del gobierno local. Aunque algunos estuvieron más que otros en el folclore. La alcaldesa, Carmen Moriyón, llegó sobre las 21 horas acompañada de su secretaria personal, Leticia García, y de Avelino García Prieto, concejal no electo y miembro de la Junta de Gobierno. Estuvo unos escasos veinte minutos. Los demás, oséase los concejales Fernando Couto y Carlos Rubiera; el senador Isidro Martínez Oblanca, el vicesecretario de organización Gerardo Robles y Teresa Sánchez, gerente del teatro Jovellanos, participaron activamente en la sabrosísima corderada y posterior baile.

No faltaron a la cita Mercedes Fernández «Cherines», Luisa Peláez, los notarios Ángel Aznárez y Ángel Torres, el arquitecto Diego Cabezudo, el decorador Esteban Rodríguez, la que fue presentadora del «Club Taitantos», Merche Toraño; la procuradora Nery González Vallina, el empresario Javier Menéndez, el publicista Joaquín Merediz y la galerista Aurora Vigil-Escalera, entre muchísimos otros.

Evidentemente acudieron también a la fiesta amigos del anfitrión que, como él, destacan en las galerías asturianas por sus obras, como es el caso de Kiker, María Antonieta Laviada, Carlos Roces y Francisco Igeño, además de José Luis González, todo un clásico en los Campos Elíseos de París, donde lleva más de cuarenta años mostrando su guiñol.

Pero lo que interesa verdaderamente es saber cómo transcurrió el peculiar y divertidísimo encuentro. Y qué fue exactamente con lo que obsequió Orosia a sus muchos y variopintos invitados. Como siempre los parrilleros de Nembre, Chus Castañón y Pedro Suco, asaron unos corderos de los que no quedó ni rastro y que fueron regados con estupendo vino y sidra «a dolor». Porque, eso sí, en casa de Roberto siempre se come, bebe y baila sin restricción. Lo que sí anunció el pintor, en una breve y siempre tímida intervención al inicio de la velada nocturna, es que este año será el pregonero de las fiestas de La Guía, lo que, según sus palabras, le llena de orgullo e ilusión.

Después de este discurso nadie habló durante un buen rato, para dar buena cuenta de los manjares que tuvieron un broche -aunque no de oro- goloso a más no poder. Y es que este año el postre llegó en forma de una colorista, inmensa y divertida tarta de gominolas y chuches.

Y así, entre gominola y gominola, cumbias, pasodobles, corridos y merengues, además del clásico «Paquito el Chocolatero», transcurrió una noche divertidísima y diferente. Sobre todo peculiar por la mezcla de personajes. Es que una de las grandezas que poseen los artistas es precisamente ésa, el saber mezclar y condensar en un espacio reducido ideas, profesiones y edades. Y conseguir todo eso sin apenas salirse del lienzo.