J. L. ARGÜELLES

El envejecimiento de la población, cuya sombra nutre muchas de las apocalípticas prospecciones políticas que se hacen sobre las sociedades del futuro, no tiene que ser un fenómeno necesariamente negativo. Para el catedrático Rafael Puyol, ex rector de la Universidad Complutense de Madrid, se trata, al contrario, de un proceso ya «irreversible» y «positivo» que debemos asumir y ante el que son recomendables medidas certeras para que no se convierta en un problema del que deriven conflictos graves y tensiones no deseadas. El prestigioso demógrafo propone, por ejemplo, incrementar el período de ejercicio profesional: «Hay que elevar la edad de jubilación hasta los setenta años».

A juicio de Puyol, la reciente medida legislativa para aumentar dos años más la vida laboral (hasta los 67 años) se revelará más pronto que tarde insuficiente. «Ahora, cuando se cumplen 65 años, aún queda por término general un 25 por ciento de vida», argumenta el catedrático. Éste opina que esa ampliación de los años de cotización debe hacerse escalonadamente y sin rigideces, teniendo en cuenta, además, los factores propios de cada trabajo. Es partidario, incluso, de la jubilación voluntaria a partir de los 70 años.

«Desde mi óptica, el envejecimiento es una conquista social y un proceso más de la democratización, pero no es algo neutro», subraya el ex rector. Y no lo es porque tiene consecuencias económicas de alcance que afectan directamente a algunos de los asientos del Estado del bienestar: pensiones, dolencias que obligan a multiplicar la atención sanitaria, discapacidades... Traducido en términos económicos: mayores partidas presupuestarias, más gasto social. «Exige, pues, incrementar nuestra población activa, y para eso hay que corregir la actual situación de alto desempleo e incorporar a más mujeres al mercado laboral», señala Puyol.

El profesor hace resaltar que el inevitable envejecimiento de la población, notable en España y en Asturias, obligará, una vez se recomponga la economía, a tirar de nuevo de la emigración: «En el medio plazo necesitaremos más inmigrantes con baja y alta cualificación».

Puyol calcula que los desequilibrios por el envejecimiento constante de la población serán manifiestos en un plazo breve, una década. Y que esa profunda transformación demográfica forzará a modificar el actual sistema de pensiones, con fórmulas quizás mixtas: «No podremos mantener en el futuro el sistema de reparto tal y como lo tenemos hoy».

Algunos datos para ilustrar un planteamiento que levanta siempre preocupación, cuando no el más abierto rechazo. Según Puyol, en el año 2050 la tasa de dependencia será del 90 por ciento; ahora es del 47 por ciento. Quiere decir que habrá, más o menos, un trabajador por cada pensionista, mientras que la relación a la fecha es 1,5 por 1.

Asturias es la segunda comunidad española, después de Castilla y León, con mayor tasa de envejecimiento: un 21 por ciento, 4 puntos más que la media española y 9 más que Canarias, que tiene la población más joven. «Es una situación que se intensificará; no asistiremos a procesos de rejuvenecimiento de nuestra demografía», apunta Puyol.

A la caída de la natalidad, el Principado ha sumado un aumento de la longevidad, con una esperanza de vida de las más altas de Europa. Hay que añadir una de las tasa de fecundidad más bajas de España; menor nivel de inmigración que otras comunidades y que, además, son los asturianos jóvenes quienes emigran en busca de una salida laboral.

El envejecimiento de las poblaciones es, además, un fenómeno casi universal. Puyol hace resaltar que la dramática excepción es África, diezmada por la proliferación de los casos de sida. También Rusia sufrió un retroceso, en fase de corrección, tras el derrumbe de la sociedad soviética. Cada vez hay más personas que llegan a los cien años, incluso a los 122 años, en un caso conocido y verificado. «La gran batalla consistió en ganar años a la vida; ahora está en ganar vida a los años», añade el catedrático, con feliz frase.

Puyol, gijonés de dilatada trayectoria académica e intelectual, abrió ayer el nuevo curso del Ateneo Jovellanos con la conferencia «Envejecer, una conquista social». El presentador fue Luis Tejuca, ex presidente de Hunosa y gran amigo del ex rector.

«Es una de las mejores cabezas que tenemos en Asturias, a la que nunca olvida», afirmó Tejuca. Éste reclamó para Puyol un reconocimiento, que podría ser una de las Medallas del Principado o uno de los títulos honoríficos que concede el Ayuntamiento de Gijón: «Creo que Asturias y Gijón están en deuda con él; nunca pidió nada y lo ha dado todo». «Creo que es hora de ir pagando esa deuda», manifestó.