M. S.

El plan parcial de Castiello es el primero del PGO gijonés que tiene que someterse a una evaluación de impacto ambiental, pero todo apunta a que no será el único. Los expertos lo atribuyen a un efecto colateral de los últimos cambios legislativos que se han producido en la materia. Modificaciones a las que el anterior gobierno de la ciudad se adaptó incorporando un plan de sostenibilidad en su nuevo PGO, aprobado el pasado mes de mayo.

Eso supuso incluir una memoria ambiental en las fichas técnicas de cada uno de los urbanizables que se desarrollarán en la ciudad de aquí a los próximos diez años. «La Administración regional exige la evaluación de impacto para asegurarse de que esa memoria se cumple», apuntan los expertos, para explicar una exigencia que extrema los controles sobre las grandes operaciones urbanísticas.

En el caso de Castiello, donde el estudio de impacto se tramitará en paralelo al proyecto de urbanización, las condiciones derivadas de la memoria ambiental obligan a «integrar paisajísticamente el vial situado al oeste del ámbito» y a «evaluar mediante simulaciones el cumplimiento de la ley del ruido». Se debe contemplar incluso la colocación de pantallas acústicas o macizos de protección en las zonas de mayor densidad de tráfico.

La ficha del Plan General de Ordenación también establece la necesidad de adoptar medidas que garanticen la continuidad de la vega del río Piles y de dotar al conjunto residencial de una estructura de espacios libres a partir de la vegetación arbórea existente. Al oeste del ámbito, se propone además «una pantalla visual respecto al vial y el área de Granda», mediante alineaciones verdes de especies propias.