E. M.

«¿Vamos de "chipis" esta noche?». Así quedan muchos jóvenes para pescar calamares en el puerto deportivo. La captura con caña y potera de esta especie es una tradición en los diques gijoneses desde hace muchos años y congrega a numerosos aficionados en cuanto se pone el sol, momento en el que los cefalópodos aprovechan para acercarse a la orilla en busca de la luz artificial de las farolas. «Haces amigos, te diviertes y matas las horas muertas en el caso de que no tengas que madrugar», indica Marcos Valdés, de 20 años y en busca de un empleo. «No hacemos daño a nadie. No creo que sea delito sacar cuatro pescaos para comer en casa», remata.

Lo mismo opina Pelayo Rozada. «Incluso es un atractivo para los turistas, que se paran para que les enseñemos los chipirones que tenemos en las bolsas y para charlar con nosotros un rato mientras pasean», explica este habitual de «la zona de los gatos», como se conoce popularmente a uno de los extremos de la Punta de Lequerica, donde abundan los felinos callejeros.

Por el día, los pescadores buscan, sobre todo, algún sargo o chicharro que pique en el anzuelo. «La mayoría de la gente saca la caña cuando hay pleamar», dice Rogelio Carballés, con la tabla de mareas en la mano. También cuando el oleaje golpea con fuerza contra el rompeolas. «Muchas veces lanzamos mar afuera, que es donde abunda el pescado», explica.

Ahora, todos esperan que se aclare lo antes posible la situación creada a raíz de las multas impuestas. Según fuentes portuarias, los agentes se limitaron a cumplir con la ley, vigente desde 1993 y reformada el año pasado. Además, especifican que «no estamos ante una situación nueva» y que existen espacios reservados para la pesca deportiva.