Luján PALACIOS

No hay edad para celebrar el Antroxu. Y si la hay, es proporcional a las ganas de diversión, como demostraron ayer los abuelos de la residencia Mixta de Pumarín y de la residencia San Pedro de Cimadevilla. Gorros, tocados, plumas y tules para transformarse por un día en personajes irreconocibles.

Tanto que «ya me han pedido que baje el precio del petróleo», confesaba entre risas Amparo Menéndez, que a sus 85 años decidió que había llegado la hora de disfrazarse de jequesa. «Nadie sabe quién soy, es muy divertido», aseguraba con picardía antes de arrancarse a bailar al son del Dúo da Silva en la Mixta del barrio de Pumarín.

Los trajes, así como los premios, han sido confeccionados por un varias internas que participan en los talleres de costura y que han ido componiendo un buen fondo de armario. «Tenemos para elegir, de todos los modelos y en varias tallas», aseguraban. En total, se disfrazaron medio centenar de mayores, entre los que no faltaron Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, ni los mosqueteros, perros dálmatas, Don Quijote, una naranja a tamaño natural, soldados, vikingos y hasta una majorette. Rolindes Iglesias, con 92 años y andador, iba de bruja, «de las buenas, creo».

Y junto a ellos, y con el personal de la residencia, acudieron a la fiesta numerosos familiares disfrazados para participar de una actividad «intergeneracional, para hacer que disfruten todos juntos de la fiesta», explicaba Victoria García, directora de la residencia. Hugo, Laura, David y María García acudieron a celebrar el festejo con su bisabuela, María Luisa Fernández. Para dentro de unos días también está prevista una fiesta de disfraces con los internos que presentan un estado de salud más delicado, para que «también tengan su día de Carnaval».

En la residencia de San Pedro de Cimadevilla, por su parte, también se celebró una animada velada de Antroxu, con merienda típica y baile de disfraces, en el que participaron varios de los internos. Como aseguran sus cuidadores, «no hace falta animarlos, les gusta mucho». Porque la fiesta no entiende de edades.