M. CASTRO

La crisis financiera ha tocado de lleno a la empresa gijonesa Crady Eléctrica y al grupo Temper al que pertenece. Crady, Temper y TPI, las tres firmas del grupo, tienen una amplia cartera de pedidos, pero les falta liquidez para cumplir con los mismos y hasta el momento no han conseguido renegociar con los bancos la deuda financiera que soporta el grupo.

La situación ha hecho que Crady no haya podido abonar la nómina de enero a sus 135 trabajadores (155 incluyendo a los prejubilados parciales) y tampoco va a poder pagar la de febrero, para lo que tiene de plazo hasta el 10 de marzo. La empresa confirmó ayer el impago de las nóminas a los trabajadores, señalando que tiene abiertas negociaciones para solucionar el problema. Desde la dirección de Temper declinaron realizar otros pronunciamientos.

La situación es especialmente acuciante para los trabajadores de Crady y para la veintena de TPI, que se encuentra ubicada en Llanera junto a la matriz del grupo, Temper.

La falta de liquidez ha llevado a que los proveedores exijan a Crady los pagos por adelantado. Mientras tanto, los clientes pagan a la empresa gijonesa a 30, 60, 90 e incluso 120 días, en función de su poder de negociación.

La situación ha llevado incluso a demorar la entrega de algún pedido ya realizado porque el transportista de turno se negaba a efectuar la entrega hasta cobrar el porte.

La dirección del grupo Temper ha pedido un voto de confianza a los representantes de los trabajadores, a los que les han asegurado que están tratando de salvar todas las empresas del grupo mediante la refinanciación de la deuda. Trabajo hay de sobra, pero los bancos aún no han abierto el grifo de la financiación.

La restricción de crédito por parte de la mayoría de las entidades financieras a las empresas es una de las críticas más recurrentes de los sindicatos hacia los bancos. El caso de Crady es un ejemplo.