M. C.

«Alfredo era, ante todo, el último romántico. Cuando le conocí me dejó muy claro que nunca le hiciera elegir: nunca le puedes cortar las alas a un pájaro, y si uno no puede volar, al menos le quedan las crestas de las montañas». Chelo Álvarez explicaba ayer así la pasión que por las cumbres tenía su marido, el montañero gijonés Alfredo José Íñiguez López, que falleció el pasado viernes en el concejo de Quirós a los 50 años de edad al caer desde una altura de 20 metros cuando estaba haciendo un descenso vertical con cuerda.

Su hija, Helena Íñiguez, se encargó de agradecer el apoyo a todos los asistentes a la ceremonia que ayer se celebró en el tanatorio de Cabueñes para despedir al montañero, que fue cuatro años presidente del Club de Montaña Ensidesa, miembro activo del foro Picos de Europa (que hasta ayer había registrado más de 4.000 mensajes de condolencia) y también un apasionado de la literatura, autor de varios relatos cortos inéditos.

Entrelazadas por sus canciones favoritas de los «Rolling Stones», «The Eagles» y «Bob Dylan», fueron sucediéndose las intervenciones de amigos y familiares como homenaje a una persona que no quería que se la recordara entre lloros, como ayer transmitió su hija a los asistentes.

Una de sus amigas, Elisa Villa, añadió que «cada vez que miremos a las montañas, tendremos en ellas a Alfredo. Se ha ido dejándonos a todos conmocionados, pero quisiera pensar que se ha ido a las montañas para siempre; a su verdadera patria».

Otro de los amigos, César Menéndez, de la asociación Picos de Europa, hizo ayer esta reflexión: «Alfredo subía a las montañas, que en todas las civilizaciones es donde moran los dioses. Él decía que cuando subía a la montaña se sentía en paz». Allí descansa ahora, en paz, tras el último ascenso, para el que el afecto de los centenares de personas que acudieron ayer a su lado le abrió una nueva vía.