Cuca ALONSO

Refugiados en el atrio de San Pedro, los cofrades de la Santa Vera Cruz miraban al cielo con pesimismo, viendo, a cada minuto que pasaba, desvanecerse las ilusiones albergadas durante todo un año. Los penitentes quieren honrar a Jesús, acompañarlo en cada paso de su pasión, dar testimonio público de su fe, incluso sufrir con Él al cargar sobre sus hombros el peso de las imágenes, pero no hubo ni un segundo de tregua ni para la lluvia ni para las dudas. Tristemente, los hermanos mayores de las tres cofradías decidieron suspender la procesión. Dentro de la iglesia, bellísimamente colocados en sus tronos, quedaron los pasos de Jesús Nazareno, de la Virgen Dolorosa y de San Juan. La Verónica, a su vez, no pudo salir de la capilla de la Soledad.

Pensaba escoltar la figura de Jesús Nazareno una formación de nueve voluntarios de la Policía Nacional, con uniforme de gala, compuesta por alumnos de la academia, y alumnos en prácticas mandados por el inspector Juan Mozas, pero todo se quedó en una sana y bella intención. Lo mismo ocurrió con los chicos de Protección Civil.

En consecuencia, se llenó el templo con los cofrades ataviados según su advocación, para escuchar el sermón del Encuentro. En esta oportunidad fue pronunciado por el sacerdote Luis López Martínez, responsable de la parroquia del Espíritu Santo. «Sé que para vosotros es difícil y doloroso tener que renunciar a la procesión, pero las razones del mal tiempo sólo las saben en el cielo. Habéis pedido para que dejara de llover, y no lo ha hecho; algún día lo entenderemos», dijo el sacerdote. Añadió que en aquel camino de Jesús hacia el calvario, con la espalda destrozada a latigazos, coronado de espinas y con la cruz a cuestas, se cruzaría con muchos rostros conocidos, personas que habían participado con Él en la multiplicación de los panes y los peces, o que lo vieron resucitar a Lázaro o escucharon sus sermones. Pero los encontró indiferentes, miedosos; el camino del calvario no es momento para las valentías. Aquí cabe preguntar qué hubiera ocurrido si nosotros estuviéramos allí, cual sería nuestra conducta viendo a Jesús clamar al Padre en soledad». El padre López Martínez manifestó que aún quedan muchos calvarios en el mundo, unos con nombre de mujer, o de niños esclavizados, o de sociedades en las que no se respetan los derechos humanos, o de paro, o de abandono, o de soledad de tantas personas mayores. «El Encuentro de hoy es una llamada para que no hagamos lo que hicieron con Él».

Al término del sermón, José Luis Llorens, hermano mayor de la Santa Vera Cruz, entregó la medalla a la nueva cofrade María José García Menéndez. Y posteriormente, la Cofradía del Silencio y de la Santa Cruz de Oviedo, que iba a participar en la procesión con sus cornetas y tambores, ofreció un hermoso momento musical rematado con el himno nacional. La solemnidad se cerró con la admisión de los nuevos cofrades de la Santa Misericordia: Andrea Cosío, María Luisa Domínguez Gil, Antonio Garnung, Juan José Leda, Consuelo Roces y Candelas Suárez.