Gracias a Dios fallaron las previsiones meteorológicas, y a media tarde de ayer cesó la lluvia. La tan esperada procesión del vía crucis del Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires pudo celebrarse, aunque no en su totalidad. A mitad del recorrido, lo que había empezado como un leve orvallo, fue a más, lo que obligó a las cofradías a acortar el itinerario previsto. Pero la inclemencia aún tuvo un aspecto positivo: el de comprobar cómo la multitud, a despecho de las incomodidades, siguió a pie de calle el desfile, acompañando las estaciones de vía crucis.

A las ocho de la tarde, la explanada anterior a la iglesia de San Pedro rebosaba. Entre los participantes y el público no cabía nadie más. Se fue formando la comitiva. Encabezaban ésta tres penitentes de la Santa Vera Cruz, con sus estandartes, seguidos de la Cofradía de la Santa Misericordia.

El paso del pebetero aguardaba. «¡Al hombro!», gritó con energía una voz femenina y aquél fue alzado por ocho mujeres de la Santa Vera Cruz. Le acompañaban los faroles encendidos de la Cofradía del Santo Sepulcro. La corona de espinas, el incienso...

Ante la puerta de la iglesia, rodeada de una profusión de claveles rojos, esperaba la imagen de Jesús Crucificado, con los 24 costaleros de la Santa Misericordia atentos al gran momento de la jornada. Álvaro Armada, conde de Güemes, como descendiente directo de la familia Ramírez de Jove, iniciadora de las procesiones de Semana Santa en Gijón, golpeó tres veces la campana del paso. Era la señal.

Los cargadores del paso levantaron a Jesús sobre los hombros, al tiempo que David Colado, director de la Banda de Música de Gijón, alzaba su batuta para que sonara el Himno Nacional. Instante sobrecogedor, difícil de sustraer a la emoción. Cristo, recortado contra el cielo, se balanceaba levemente en los compases de nuestra enseña musical.

El cortejo se puso en marcha. La impresionante imagen del Crucificado iba escoltada por una escuadra de gastadores del batallón San Quintín, del regimiento Príncipe. Avanzaron los sacerdotes, Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro, y su coadjutor, Constantino Hevia Blanco, acompañados de Álvaro Armada y del comandante García de Béjar, éste en representación del coronel Valerio, jefe del acuartelamiento Cabo Noval. Tras ellos, y cerrando el desfile, iba la banda de guerra del regimiento Príncipe, compuesta por cornetas y tambores; a lo largo de toda la procesión fue entonando hermosas piezas piadosas, como la célebre «Tú has venido a la orilla...», tan oportuna con relación al recorrido de la santa comitiva. Campo Valdés, paseo del Muro, calles Álvarez Sala, Melquíades Álvarez... En los jardines de la Reina se inició el retorno.

El programa de la procesión llevaba previsto el rezo del vía crucis, dirigido por Javier Gómez Cuesta, y así se hizo, salvo que únicamente pudieron proclamarse en las calles seis estaciones. El resto, hasta catorce, se rezó dentro de la iglesia parroquial de San Pedro.