Ya, ya sé que esto es un sinvivir. Que entre la Champions, la Liga, y nuestro inevitable descenso a Segunda División la cosa está tan complicada que pueden intervenirnos para que no nos matemos entre todos, más que por la crisis en sí. Que nos consumen los nervios. Que no hay más conversación que ésta: que si gana el Madrid o el Barcelona la Liga, que se fueron perdiendo puntos merengues como si nada, que si igual hasta se enfrentan en la final... pues eso, un sinvivir. Y, claro, esta pasión que nos nubla la visión, nos hace olvidarnos de la prima de riesgo y hasta de la madre que parió al susodicho Riesgo(Panem et circenses, vamos). Porque no es sólo el fútbol profesional lo que nos trae de cabeza, ¡qué va! Es que tenemos el fútbol de nuestros niños. Y eso... eso es lo más. Constato, cada vez con más estupor, que muchos padres convierten esta actividad lúdica en una pesadilla para ellos y para sus hijos.

Ya me dirán si alguno de ustedes no reconoce a alguien en una reflexión como la que narro a continuación:

«Mira, fía, Juanín juega en el colegio y tamos los segundos. Y su padre y yo cada vez que vamos a velu, llevamos unos sofocones terribles. Porque el otro día tuve que coger a Manolo, que quería da-y al hijo de su madre del árbitro, que no vio el penalti que le hicieron al mi niño. Yo me limité a llamarlo hijo de... y cabrón, porque eso, qué quieren, no se le puede hacer a un niño, que luego pierden la fe en la Humanidad y en la justicia, que en esti mundo no la hay. No me extraña que nuestro amigo se pegara el otro día con los padres de los sinvergüenzas del equipo del cole de enfrente, que nos robaron el partido. Porque mira que sufrimos. Juan está obsesionado con ser "pichichi" de su equipo y se pega unos rebotes horribles cuando un compi mete uno cuando la asistencia fue del mi fíu. Porque el entrenador, que es un gili, no sólo no lo felicita, sino que lo riñe porque puede hacer mucho más, dice el muy asqueroso. Encima que tiene tres días de entreno, que luego hace los deberes hasta las doce porque como faltar falte a uno, ya sabemos que no juega... y eso sí que no. Que otra cosa no, pero el mi guaje es buenísimo. El padre diz que tien una visión de juego como el Messi, asina que a jugar y nosotros a sufrir yendo de un sitio pa otro tos los sábados. Pero lo importante es el neñu. El otro día una fata que dejó al fíu sin fútbol, va y diz que ella no entendía que los padres nos metiéramos, que habían insultao al su hombre y que debían hacese los partidos a puerta cerrá. ¿No decía que estábamos dando mal ejemplo...? Que los chavales nos oían grita-yos y que Ernesto le había pegao una colleja al su Pablín porque lo había hecho fatal. Normal. Es que nos hizo perder un partíu que taba ganao. Esa muyer, lo que ye... ye una amargá. Porque, claro, como dijimos toos, el suyu era un paquete y no-y daba más velu que no. Pero esi no es nuestro caso, porque el nuestru ye buenísimu, y va sacanos de probes, digótelo yo, y no ye amor de madre, que todos nos envidien que pa qué».

«Virídico», que decía el otru. Para ponerse a reflexionar.