A. RUBIERA

La Tertulia Cultural «El Garrapiellu» recuperó y popularizó para los andariegos gijoneses, hace algo más de dos décadas, la ruta Gijón-Covadonga con escalas. Sin ánimo de entrar en ninguna competencia pero con idéntico impulso, hay otro grupo de entusiastas gijoneses, con base en el restaurante Los Nogales, que va camino de popularizar la travesía Santurio-Lagos de Covadonga. Aunque entre estos caminantes están casi garantizadas las «angüeñas», ya que el reto -que se inició hace más de diez años- es hacer los casi 94 kilómetros que separan la zona rural gijonesa del enclave de los Picos de Europa sin paradas y sin perder el resuello.

Fue a principios de semana cuando arrancó a caminar, desde Los Nogales, un grupo integrado por: José Luis Montes, Alberto García, Óscar Martínez, Rafael Morán, Ángel Herminio Fernández, José Ramón Vázquez, María Martínez, David del Cuadro, Covi Sánchez, José Miguel Martínez, José Luis Pérez y Juan Carlos, con Alfonso Pandiello en el coche de apoyo.

Salieron en torno a las ocho de la tarde del restaurante Los Nogales y hacia las 11.30 horas del día siguiente (algo menos de 16 horas después) el grueso del grupo había llegado a los Lagos. Aunque en esa ruta cada uno se marca su meta, así que algunos compañeros de viaje dejaron de caminar en cuanto vieron el santuario de Covadonga, y otros, como el general de la Guardia Civil Pedro Laguna, José Castro, Ramón Silos y Marisa Álvarez, que esperaban en la base del santuario, subieron andando a los Lagos acompañando a sus amigos.

«Es muy prestoso, aunque sobre todo la subida final se hace muy dura. Es un reto que supone para nosotros un aliciente anual; es la razón por la que algunos empezamos a entrenar ya en enero, y siempre nos da muchas satisfacciones. Dura un día y sufres esas 14 o 15 horas, pero luego tienes un año entero para contar la hazaña, y eso presta», cuenta con simpatía uno de los promotores, el hostelero José Miguel Martínez, que no deja de invitar a sumarse al reto a cualquiera con un poco de espíritu de superación. Y presta más el esfuerzo si, como en este caso, en los Lagos espera una treintena de amigos con quienes compartir unas tortillas y unos refrescos. Entonces las ampollas de los pies casi ni duelen.