C. JIMÉNEZ

Se buscan pistas para analizar el potencial farmacológico de los invertebrados marinos que habitan en el continente antártico. Un grupo de ocho investigadores procedentes de la Universidad de Barcelona y del Instituto Español de Oceanografía (IEO), entre los que se encontraba el director del Centro Oceanográfico de Gijón, Javier Cristobo, acaba de finalizar la última campaña del proyecto «Actiquim 2012-13», cuyo objetivo es el muestreo de nuevas especies en el continente helado donde, al mismo tiempo, investigan la presencia de determinadas sustancias bioactivas que pueden ser empleadas para la lucha contra el cáncer.

Los ocho participantes, Conxita Ávila (investigadora principal), Sergi Taboada, Ana Riesgo, Laura Núñez, Carlos Angulo, Juan Moles y María Bas, todos ellos de la Universidad de Barcelona, y Javier Cristobo, del IEO, se embarcaron a mediados de diciembre durante seis semanas en el buque oceanográfico «Hespérides», que cargó todos los equipos pesados en Cartagena. Los investigadores se desplazaron hasta el puerto de Punta Arenas, donde a través del Estrecho de Magallanes y el Canal del Beagle llegaron al cabo de Hornos para atravesar el Mar de Hoces o Estrecho del Drake -con una longitud de unos 1.000 kilómetros- para llegar finalmente a la Antártida. La primera parte de la campaña se desarrolló en la base chilena O'Higgins y la segunda, en la que se complementan los muestreos de la primera fase con el desarrollo de experimentos programados en el laboratorio y en el mar, se desarrolló en la base española Gabriel de Castilla, en Isla Decepción.

Las normas de seguridad en el buceo a temperaturas tan bajas son mucho más exigentes. En ocasiones la temperatura del mar se aproxima a los dos grados bajo cero, «por lo que nos hemos limitado el tiempo de estancia en el agua a 30 minutos y la profundidad a la que solemos bajar es de 15 metros», explica Cristobo. Para trabajar en estas condiciones, todos los equipos son especiales para aguas frías. «Llevamos trajes secos con un importante aislamiento térmico, doble grifería en las botellas, doble regulador, doble sistema de flotabilidad», continúa el director del Oceanográfico de Gijón. A ello hay que sumar otras precauciones como no bucear cuando las condiciones meteorológicas no son favorables, o ante la presencia de focas leopardo en la zona de inmersión o fuertes corrientes de marea.

Pese a todas las dificultades, «el trabajo va muy bien, según lo previsto inicialmente», argumenta Javier Cristobo. La ligazón de los invertebrados marinos al desarrollo de determinados compuestos anticancerígenos permitirá describir nuevos productos naturales y evaluar su actividad antitumoral y antiinflamatoria. «Nosotros lo que estamos buscando son pistas que nos proporcionan todos los experimentos que realizamos con animales vivos para saber qué tipo y qué especies de invertebrados marinos fabrican sustancias químicas que son tóxicas y que tienen un gran potencial farmacológico», explica el director del Centro Oceanográfico de Gijón.

En el curso de esta investigación han detectado que muchos animales han desarrollado defensas químicas para evitar que los depredadores se los coman y esa potencialidad que tienen estas sustancias bioactivas puede ser empleada para la lucha contra enfermedades como el cáncer. La recolección de organismos marinos se realizó en Isla Decepción e Isla Livingston mediante buceo con escafandra autónoma, apnea o de forma manual en el litoral. El proyecto tiene, además, contactos con empresas farmacéuticas que pueden continuar estos estudios de investigación básica y hacer investigación aplicada.

«Al estar trabajando en dos lugares distintos de la Antártida (el propio continente e Isla Decepción), los hábitats y, por lo tanto, las especies que nos encontramos son también muy distintas», explica Cristobo. En la base chilena O'Higgins los fondos son predominantemente rocosos y asociados a ellos existe una gran cobertura algal, es decir, grandes bosques de macroalgas, algunas de ellas de más de cinco metros de longitud, que proporcionaban enclaves colonizados por otras muchas especies de invertebrados marinos y peces. En la base de la Isla Decepción los fondos son sedimentarios y por lo tanto más inestables (sin algas), la biodiversidad es más baja pero la densidad de individuos de unas cuantas especies como estrellas, ofiuras y erizos es muy elevada.

La mayor parte de las especies estudiadas son invertebrados pertenecientes a grupos tan heterogéneos como las esponjas, cnidarios (anémonas, corales blandos..), moluscos, crustáceos, equinodermos, anélidos... pero también han logrado recolectar, gracias a las inmersiones en las aguas antárticas, un gran número de especies de algas. El buceo se desarrolla en un entorno increíblemente rico con una gran biodiversidad marina.