Desde finales del siglo XIX y hasta la mitad del XX, América fue el continente al que emigraron millares de gallegos y asturianos buscando una vida mejor o huyendo de las guerras de Marruecos. Muchos quedaron en el olvido en tierras de ultramar, otros, los menos, con el adjetivo de «indianos», contribuyeron a modernizar sus pueblos sufragando la construcción de escuelas, traídas de agua, fuentes y lavaderos y arreglo de carreteras.

Dentro de su labor de recopilación, archivo y divulgación, el Museo del Pueblo de Asturias acaba de sacar a la luz, en forma de libros, las historias de tres de aquellos emigrantes asturianos que atravesaron el Atlántico. Es una trilogía de la emigración que ayer presentaron, en el antiguo pabellón de Asturias en la Expo de Sevilla, el concejal de Educación, Cultura, Festejos y Juventud del Ayuntamiento de Gijón, Carlos Rubiera Tuya, y el director del Museo del Pueblo de Asturias, Juaco López Álvarez.

La emigración «fue un hecho trascendental sin el que la historia de Asturias no podría entenderse», afirmó Juaco López en el acto de presentación de la trilogía, compuesta por «Memorias de un emigrante asturiano. La Habana y Veracruz (1871-1903», «Cuadros y escenas criollas de Villaguay (Argentina). Escritos por un médico asturiano en 1894» y «De La Habana, Nueva York y México a Gijón. Cartas del emigrante Sixto Fernández a su hermana Florentina (1913-1932)».

La primera obra, con edición y prólogo del escritor mexicano de origen asturiano Fernando Fernández, recoge, como su título indica, las memorias del llanisco, de Cue Cayetano Sobrino Mijares durante su estancia americana entre 1871 y 1903, primero en La Habana y luego en la ciudad mexicana de Veracruz. Cayetano Sobrino escribió sus recuerdos americanos una vez retornado a su Llanes natal y sus escritos, relató el director del Museo del Pueblo de Asturias, se encontraron en una casa de campo llanisca.

Y es que los testimonios en papel de muchos emigrantes asturianos se han perdido por desidia, por el interés de las familias en destruir pruebas de su condición de deudos de emigrantes o, simplemente, por la humedad, señaló Juaco López.

«Se trata de una historia colectiva y también personal; detrás de cada emigrante hay una historia personal», subrayó Juaco López, quien también se refirió a que la mayoría de los emigrantes pertenecía «a las clases subalternas», de ahí que dejaran pocos testimonios por escrito.

No obstante, en la trilogía que se presentó ayer se pueden recorrer las vivencias de tres emigrantes asturianos en forma de memorias, de cartas y de un relato costumbrista.

Éste es el caso del segundo libro, «Cuadros y escenas criollas de Villaguay (Argentina)», cuyo autor fue Venancio García Pereira, natural del concejo de Cangas del Narcea y médico de profesión, que emigró a Villaguay, en la provincia de Entre Ríos, en 1885. El doctor escribió las cuartillas que ahora aparecen en forma de libro en 1894 y se las remitió a su cuñado con el objeto de «tratar de procurarte un rato de distracción describiéndote, en cuanto me sea posible hacerlo, algunas costumbres criollas que no dejarán de llamarte la atención...».

Juaco López Álvarez es el autor de la edición, de la presentación de la obra y de un recopilatorio de la vida de Venancio García Pereira en Cangas del Narcea, en Madrid y Santiago de Compostela, donde estudió Medicina, y en Villaguay. El interés de unos anticuarios permitió recuperar el texto de Venancio García de un baúl que estaba en una casa de Cangas del Narcea.

Y de una casa gijonesa, de la calle de Covadonga, antes de que fuera derribada, proceden las cartas que el gijonés Sixto Fernández escribió a su hermana Florentina entre 1913 y 1932, en la que le relata sus andanzas por La Habana, Nueva York y México. Como tantos otros asturianos, Sixto Fernández salió para América desde el puerto de El Musel, vía La Coruña, y el 7 de marzo de 1913, desde la capital de la Gran Antilla, escribió a su hermana: «He llegado sin novedad a esta después de un viaje de cerca de catorce días, conque con esto comprenderás lo malo de la travesía, sobre todo los seis primeros días después de salir de La Coruña. Figúrate si estaría malo, que en ese tiempo no comí nada a causa del mareo...».

Corrió con la edición y el prólogo del libro Alfonso López Alfonso. Se trata de 81 cartas de las 4.425 que tiene inventariadas y guardadas el Museo del Pueblo de Asturias, cuyo director mostró su extrañeza por el hecho de que en la Universidad de Oviedo no se ocupe departamento alguno en el estudio del fenómeno de la emigración asturiana.

Por su parte, el concejal Carlos Rubiera leyó unas notas de la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón Entrialgo, quien disculpó su presencia en el acto por problemas de agenda de última hora, en las que hizo un reconocimiento a la labor del Museo del Pueblo de Asturias.