La obra seminal de esta exposición, «Love is blue», surgió el pasado noviembre en París, en esa hora crepuscular que amasa la última luz del día con la primera sombra de la noche. Desde entonces, apenas unos meses, Federico Granell (1974) ha trabajado febrilmente hasta cerrar la muestra que cuelga en la sala Gema Llamazares, hasta el próximo 15 de junio. Es, posiblemente, la más completa de las suyas: veintisiete óleos, tres instalaciones, dos esculturas y el vídeo «La noche inventada». Y supone, también, la evidente y contundente confirmación de uno de los jóvenes artistas asturianos de mayor talento, según coinciden en subrayar críticos y estudiosos. Afirmado en una exquisita figuración en la que confluyen sensibilidad y tradición, a lo que se suma una técnica cada vez más afinada, la muestra certifica la versatilidad de este pintor para afrontar distintas disciplinas sin perder su sello personal. «Es otro paso; lo importante es experimentar y no aburrirse», confiesa.

Granell, licenciado en Bellas Artes por Salamanca y muy premiado artista con obra en distintas colecciones, ha mantenido algunas fidelidades, aun cuando su obra ha ido matizándose más. «Hay una elección consciente desde la Facultad, aunque igual antes era más naif», señala, en relación a su apuesta por la figuración. «Trabajo siempre a partir de fotos que, luego, voy transformando; al final todo tiene una conexión: la fotografía, la pintura, la escultura...».

Y al artista le interesa, claro, «la figura humana», esos reconcentrados personajes, pintados casi siempre de espaldas o de perfil, que atraviesan sus cuadros sin que el espectador sepa muy bien de dónde vienes, a dónde van y, ni tan siquiera, porque están ahí, misteriosos y sombríos. «Sí, son enigmáticos; tampoco yo sé muy bien lo que les ocurre, aunque me interesa que tengan ese punto de anonimato, lo que les hace más abiertos a las interpretaciones», explica Granell. Éste ha encontrado casi una marca de estilo en los condicionamientos derivados de su método de trabajo: «El problema es que, al hacer mis fotos, la gente se aparta y por eso casi siempre salen de espaldas». Y añade: «Tampoco analizo mucho lo que pinto». Habrá que creer lo que dice, pero su obra tiene una coherencia y una consistencia que desmienten esas palabras.

Cuenta Granell, pintor atmosférico que ha cambiado el lienzo por el lino, que le interesan las construcciones fronterizas: las que crean la luz y la sombra, las que surgen del entrecruzamiento de la ciudad y la naturaleza. Y subraya que se siente cada vez más identificado con esa «onda» de pintura norteña y neorromántica que viene de Caspar David Friedrich, con notables cultivadores en Asturias, caso de Melquíades Álvarez. «Love is blue» es el título de una canción de 1967 muy versionada. A él le gusta cómo la canta Claudine Longet.