Hoy voy a referirme a Avilés dentro de las ciudades asturianas que ha sido bendecida y maldecida varias veces y que siempre renace de sus cenizas.

Yo soy avilesina, nací en la Vidriera, lugar en donde trabajaban mi padre de abogado y mi tío Adolfo de químico. Vivimos muy poco tiempo allí y después de una corta estancia en Oviedo, mis padres vinieron a vivir a Gijón y aquí residí con pequeños intervalos hasta ahora. Pero nunca abandoné Avilés del todo, pasé muchas temporadas con mis tíos y mis primos allí y siempre fui muy feliz, así que siempre ha sido una parte importante de mi vida.

En los tiempos en que Avilés era una villa hermosa, tranquila y bucólica, la época de Armando Palacio Valdés, mi abuela Virginia y sus hermanas crecían y abrían sus ojos a la amistad, la cultura, el amor. Era un buen lugar para vivir, quizás no tenía el movimiento y la excitación de las grandes ciudades, pero había paz y se disfrutaban las pequeñas cosas. Pasear por las calles empedradas hasta llegar a la iglesia de los Franciscanos, subir por la calle Galiana, bordeando el magnífico palacio de los marqueses de Ferrera, la Iglesia de San Nicolás de Bari.

Pasa el tiempo y llega algo que parece una bendición para la ciudad pero que es también una maldición, se constituye Ensidesa, Empresa Nacional Siderúrgica en 1950, con el objeto de reforzar el desarrollo económico de España en la década de los sesenta. La población de la villa crece de una manera vertiginosa con la llegada de obreros llegados de todas las provincias españolas. Con ello la construcción de viviendas se multiplica, aparte del poblado creado para alojar a los trabajadores, hacen falta muchas casas para las personas que vienen atrabajar para las empresas dependientes de Ensidesa. Se construye rápido y mal. Barriadas grandes y feas. Avilés se llenó de humos y de malos olores. Hay más prosperidad pero no para todos y de ser una villa pastoral y hermosa pasa a ser una de las ciudades más feas de España. Todo el mundo vive de Ensidesa y la gente perdió su espíritu emprendedor y se acostumbró a vivir del Estado. Cuando la gran siderurgia pasa por un momento crítico en 1984 ocupa la presidencia Fernando Lozano que consigue el apoyo económico para poner en marcha el primer plan de reestucturación y modernización con la instalación de la acería LD-III que le da un respiro hasta casi el 2009 en que desaparece. Avilés pierde su pujanza económica, cierran muchas empresas, muchos jóvenes tienen que marcharse pero, por otro lado, se comienza la reconstrucción del patrimonio cultural y arquitectónico. Desaparecen los malos olores y el humo.

Su parte antigua con sus calles empedradas y sus hermosas casas se van recuperando. Hoy en día es una ciudad atrayente para los avilesinos y los visitantes. Todo se celebra y se disfruta, el verano es espectacular. Hay actuaciones en vivo en muchos lugares. La hostelería alcanza niveles excelentes. Todo el mundo está en la calle. Te sientas en una terraza en el Parche y no necesitas más, de repente pasan unos personajes de la Guerra de las Galaxias o personajes de obras teatrales que se están representando o elegantísimos invitados a una boda que se celebra en el antiguo palacio del Marqués de Ferrera convertido hoy en un magnífico hotel de cinco estrellas. De repente se colocan unas sillas y se proyecta una película.

Como ejemplo de otra bendición -maldición. El centro cultural Niemeyer, nacido para ser la principal atracción de la ciudad y convertido en una maldición gracias a la serie de personajes corruptos que lo gestionaron, dejándolo en la ruina, estafando y engañando. Esperemos que con la exhaustiva investigación que se está llevando a cabo, se depuren responsabilidades y se devuelva el dinero a las arcas públicas.