Las parroquias rurales gijonesas de Vega y de Leorio se vieron inmersas en una transformación de su territorio y de su población a tenor del inicio de la actividad de Mina La Camocha, el único pozo que tuvo la cuenca hullera gijonesa entre 1930 y el 31 de diciembre de 2007, cuando cesó la actividad productiva. Y un joven gijonés, Héctor Rato Martín (Gijón, 1988), licenciado en Geografía y con un máster en Historia por la Universidad de Oviedo, es el autor del estudio titulado "Del carbón al ladrillo: la transformación del territorio de La Camocha (1930-2008)", que se publicó recientemente en "Folletos del Ateneo", del Ateneo Obrero de Gijón.

El pasado jueves, en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, Héctor Rato Martín dio una conferencia con el mismo título de su trabajo. En su disertación, el geógrafo e historiador habló de las primeras décadas de Mina La Camocha, cuando se realizaron los primeros sondeos en busca de la hulla, y de la evolución de la explotación minera, a la par que de "cómo se vio eso reflejado en su entorno".

Según Hector Rato, la transformación del territorio objeto de su estudio se basó en que "lo que era una zona completamente rural, con un poblamiento disperso y una población que se dedicaba fundamentalmente a la agricultura y la ganadería de subsistencia, con la puesta en marcha de la mina, al no haber gente suficiente para la explotación, vinieron miles de personas a trabajar, lo que también implicó la construcción de más setecientas viviendas para alojar a los trabajadores y sus familias", es decir, el llamado poblado minero de La Camocha. "Por tanto, es una zona rural de Gijón que se dota de elementos urbanos, no sólo de viviendas, también de un mercado, cines...". El poblado fue levantado entre los años cuarenta y sesenta.

Héctor Rato explicó que lo que más le llamó la atención durante la elaboración del trabajo fue "el cambio profundo en la estimación, por parte de los habitantes de la propia ciudad de Gijón, con respecto a La Camocha; parece que hace unos años La Camocha era más o menos el infierno, en cambio, a partir de mediados de los años noventa, en paralelo a la decadencia de la mina, se fue produciendo una transformación hacia una zona residencial de viviendas unifamiliares adosadas ajenas al mundo minero". Esta circunstancia, subraya Héctor Rato, "es ver cómo esa transformación puede alterar, en el futuro, el propio espíritu, el carácter minero del barrio, y en manos de los vecinos está el evitarlo".