Acababa de celebrarse en la iglesia de San Pedro el oficio que conmemora la institución de la Eucaristía. Fue durante la Última Cena, y Jesús ya sabía que Judas iba a traicionarlo; la suerte estaba echada. En consecuencia, allí estaba la preciosa imagen del escultor González Macías, Cristo colgado en la Cruz, esperando a la puerta del templo el momento de dar inicio a la procesión del Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires acompañada del rezo del Vía Crucis.

Se inició el cortejo con los cofrades del Santo Sepulcro portando la Cruz y los ciriales, los seguían los hábitos morados de la Santa Vera Cruz, y los encapuchados de la Santa Misericordia, entre ellos el más pequeño de los cofrades, Pablo Gaztelu, de siete años. Cristo aguardaba en su desnudez recortando su dramática figura contra el cielo azul. Una bandaba de gaviotas graznaba inquieta. Se adelantaron tres cofrades llevando la corona de espinas, mientras el gran incensario, merced al fuerte viento repartía sus aromas. La multitud que rodeaba toda la explanada permanecía en silencio.

Álvaro Armada, conde de Revillagigedo, como descendiente de la familia Ramírez de Jove, fundadora hace siglos de la Semana Santa gijonesa, tocó la campana que daba salida a la procesión. ¡Al hombro!, gritó Jacinto Pidal, jefe de los 22 porteadores que llevaban al Cristo. En esos momentos sonó el Himno Nacional. La imagen se movía a sus sones, como si quisiera dar las gracias a aquel puñado de españoles que lo acompañaban en su camino hacia el Calvario.

Rodeado de claveles rojos, el paso iba seguido del párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta acompañado del pregonero de esta Semana Santa, Diego Cabezudo. Tras ellos, los sacerdotes Constantino Hevia y Eduardo Berbes, los hermanos mayores de las cofradías, y el conde de Revillagigedo. Cerraba la marcha la Banda de Música de Gijón que desde le pasado mes de noviembre dirige Iván Arboleya. Además del Himno Nacional interpretaron las piezas clásicas de este tiempo, "Cristo de la lanzada", "Jerusalén", "Triunfal"...

Se rezó el Vía Crucis denominado "Roma", en este caso abreviado. El mismo que en la tarde de ayer dirigió el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. La primera estación, "Jesús es condenado a muerte", tuvo lugar en los jardines del Campo Valdés. Segunda... Tercera ante la antigua pescadería municipal. La cuarta, "Jesús encuentra a su madre", en la calle Ventura Álvarez Sala... La comitiva se abría paso entre la multitud merced a la ayuda de los chicos de Protección Civil, doce voluntarios que suman sus esfuerzos a la buena marcha de la procesión. Calle Trinidad, Plaza del Marqués... Era noche cerrada y fría, cuando al regreso, de nuevo en el Campo Valdés finalizaba el Vía Crucis con la XIV estación, "El Señor es sepultado".

Nota: Algunos fieles indican que seria necesario señalar con unas vallas el camino que frente a la iglesia han de tomar las procesiones. Hay personas que se adelantan para situarse bien y de pronto los desalojan porque el desfile pasa por su lugar. Pero al día siguiente lo cambian. "No acertamos", dicen. Seguro que los chicos de Protección Civil reciben la sugerencia encantados.