Araceli Ruiz huyó a Rusia con 13 años como parte del contingente de niños de la Guerra. Pasó 30 años sin ver a sus padres, y hasta 1980, ya muerto Franco, no pudo regresar a su patria chica.

Trabajó como traductora en Cuba y conoció de primera mano los sucesos más relevantes e la Europa de las grandes guerras. En ese fragor conoció a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, en cuya casa "comí la primera naranja española de mi vida".

Ayer recogió el XXII Premio Pasionaria otorgado por el área de la mujer de Izquierda Unida de Gijón en un acto que "me llena de orgullo" precisamente por llevar el nombre de "la mejor oradora de todos los tiempos, que en Rusia no sabían lo que decía pero les ponía a todos los pelos de punta".

Ruiz es la presidenta de la Asociación de Niños de la Guerra, y tras una vida larga y plagada de avatares, ayer no encontraba las palabras para agraceder una distinción que "me emociona muchísimo".