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La figura de la semana | José Luis San Miguel Cela | Gerente del Hospital de Jove durante 21 años

Una afabilidad tapada por un bigote

El exgerente del Hospital de Jove se jubila tras 21 años en el cargo dando poco margen a la emoción

Una afabilidad tapada por un bigote

Gijón, "la ciudad perfecta para los jubilados" -como alguna vez se le ha oído decir a José Luis San Miguel Cela- acaba de ganar otro más para el ya de por sí nutrido colectivo de jubilosos desocupados. Precisamente se suma el autor de la frase, quien fuera gerente del Hospital de Jove hasta el pasado viernes. Cumplido su horario de trabajo y sin dejarse hacer más reverencias de las necesarias, San Miguel Cela, de 67 años, ponía punto final a la que ha sido su ocupación en los últimos 21 años -le faltaron unos meses para llegar a 22-. Los destinos y los dineros de la Fundación Hospital de Jove, el centro sanitario concertado gijonés de referencia para la zona Oeste, deberá cuadrarlos a partir de ahora la polesa Laura García Díaz, colaboradora del propio San Miguel en la última década como directora de Recursos Humanos y de Gestión, sucesivamente, del mismo centro.

Con algo de pena -así lo confesaba a los cercanos- por todo lo que se deja atrás y lo que supone entrar en la categoría de pensionista, pero sin darle tregua al sentimentalismo -ni sueñe nadie en ver materializarse demasiada emoción en el ánimo de José Luis San Miguel- e incluso reconociendo con sorna que "hasta algunos condenados de los campos de concentración cuentan que salían llorando en el momento de su liberación", se marchó José Luis San Miguel de su Hospital de Jove. Genio y figura -seria- hasta el final.

Hombre nunca dado a los excesos, introvertido, siempre instalado en las declaraciones moderadas de que las cosas iban "razonablemente bien" -por mucho que estuvieran yendo de perlas-, San Miguel es a decir de muchos que le admiran y le quieren el gestor cabal, siempre defensor de lo suyo, que sin dudar pondrían en sus vidas si se trata de buscar sensatez y cuadrar balances. Igual no sería, bien es cierto, el primer elegido para animar las fiestas, promover las relaciones sociales o para convertir un colectivo laboral en una pandilla de entrañables amigos en quienes buscar complicidad. Pero tampoco él lo permitiría. Sólo en las distancias cortas y a fuerza de confianza este licenciado en Económicas y Empresariales baja la guardia y descuadra su pose marcial. Esa pose que a veces le ha pasado alguna factura, le ha dado más de un disgusto, y no refleja a fin de cuentas la afabilidad y el humor que esconde tanto bigote.

"Espero disfrutar mucho de la jubilación", confesaba José Luis San Miguel horas antes de darse por amortizado, laboralmente hablando, para el procomún de los asturianos. Con ello ya dejaba entrever que fuera de los balances tiene y siempre ha tenido mucha vida y muchas inquietudes -musicales, deportivas, viajeras- a las que sacar partido. Muchas junto a su mujer, Mamen de la Concha García-Mauriño, y su familia. Sólo unos segundos después de semejante declaración festiva ya se veía obligado San Miguel a matizar que "disfrutar, claro está, siempre que la salud acompañe", como si tampoco fuera bueno trasmitir demasiada alegría por el futuro inmediato, no vaya a ser.

Pero amortizado para el procomún sí que está José Luis San Miguel. Turolense de nacimiento (le fueron a nacer en Palomar de Arroyos, la comarca de las Cuencas Mineras de Teruel, donde su padre, facultativo de minas natural de Ujo estuvo destinado un tiempo) pero identificado siempre con su crianza en Cangas del Narcea, San Miguel ha servido con ganas y por décadas a los asturianos. Fue gerente del Hospital General (entre 1983 y 1987), luego director del Instituto de Fomento Regional y también presidente de la Oficina Regional de Promoción.

Al Hospital de Jove, ese centro nacido como entidad de beneficencia por unos cuantos prohombres de la villa y convertido como un milagro en un pilar robusto de la sanidad pública asturiana -por mucho que sea una fundación privada que algunos ven por el rabillo del ojo-, llegó con la confianza de otra superviviente de Jove, Zenaida Álvarez Bárzana, la que siempre será considerada como gerente vitalicia del hospital, que buscó durante meses "el mejor gerente que hubiera en el mercado". Le precedía su fama de buen funcionario, hombre honesto y preocupado. Con mucha visión analítica, siempre desde la sensatez, pero con escasa querencia por desarrollar más dotes de liderazgo y de mano izquierda que le podrían haber catapultado a algún puesto político.

En su despedida en Jove, en el transcurso de un acto que a algunos pilló por sorpresa y donde ni siquiera él era el protagonista declarado, San Miguel fue definido como el "gran entrenador que ha sabido gestionar nuestro equipo". Sí, aunque le costara muchas broncas y acumulada desapegos. Él, en su intervención, echó los restos para pedir a los que se quedan que "cuiden la casa, porque merece la pena trabajar aquí, en este gran hospital".

Toca ahora, ya sin San Miguel, sin Zenaida Álvarez Bárzana y sin muchos de los jefes de servicio que en el siglo XX convirtieron Jove en un hospital moderno, de referencia para la red pública pero con formas de hacer más amables, comprometidas y cuidadas de las que imperan por lo general en el sector, no perder el rumbo.

"A los pacientes les da igual la fórmula de gestión de los centros sanitarios y sólo piden que la atención que se les preste sea buena". José Luis San Miguel dixit.

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