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JOSÉ LUIS MATESANZ | Exjefe de pediatría del Hospital de Cabueñes

"Ahora, que tengo nietos, ha cambiado mi percepción de la enfermedad"

"La pediatría se basa cada vez más en buscar síntomas con validez estadística que te hagan prever qué va a ocurrir en las próximas horas"

José Luis Matesanz, en el Puerto Deportivo. JUAN PLAZA

A José Luis Matesanz Pérez (Reinosa, 1950) ya le pasó el tiempo de la pediatría hospitalaria. Jubilado de Cabueñes desde hace un año (llegó a ser jefe del servicio durante algo más de una década) la actividad profesional la mantiene en su consulta privada. Es, dice, una forma bonita de desconectarse poco a poco de una actividad que le apasiona, sobre todo por el contacto tan grato que le permite con niños y familias: "esa es la maravilla de la profesión", confiesa. Y eso que la pediatría la descubrió algo tarde y casi por casualidad. Licenciado en Medicina por la Universidad de Valladolid, hizo la especialidad en Oviedo en 1974. A Gijón llegó cinco años después y "desde entonces soy un gijonés más", afirma quien ha ayudado a criar a muchos cientos de niños locales.

-¿Si volviera a empezar volvería a ser pediatra?

-Yo creo que sí, pero he de confesar que nunca había pensado en serlo. De estudiante mis inclinaciones iban por la cirugía porque siempre me han gustado las cosas manuales.

-¿Y cómo llegó entonces al cuidado de los niños?

-Soy el mayor de seis hermanos, así que cuando acabé la carrera me puse a trabajar de inmediato porque había que dejar sitio para el siguiente. Si cogí el título hoy, mañana ya estaba pidiendo trabajo. Empecé en la medicina rural, donde pasé casi un año, pero me resultó muy duro por las limitaciones que tiene. Debí de consultar con qué especialidades había más posibilidad de que me dieran la residencia y fue así como llegué a la pediatría.

-Con la intensidad que se vive ahora la maternidad y la paternidad y el protagonismo que tienen los niños en las familias. ¿No ha visto en estos años un gran cambio en las consultas?

-Sí. Quizá sea el mayor cambio que he visto en el ejercicio de la profesión desde que empezaba hasta ahora. Los síntomas de una enfermedad se construyen en el tiempo y ahora ese tiempo se ha acortado muchísimo. Cuando yo empezaba veías al paciente cuando ya estaba florido el cuadro clínico. Tú explorabas y decías: "esto tiene pinta de ser una apendicitis". Ahora en el 30% de las consultas por fiebre en urgencias de un niño esa fiebre lleva un tiempo de evolución de solo cuatro o seis horas. Eso implica un ejercicio totalmente diferente de la profesión.

-Se les pide casi, que se adelanten a la enfermedad?

-Sí. Por eso ahora en pediatría se habla de desarrollar sistemas de predicción, algoritmos, reglas? Es apasionante aunque a mí ya no me tocará. Yo utilizo un ejemplo para describir lo que nos pasa. Es como si vas todos los días paseando por una ruta y un día en esa ruta te encuentras una excavadora. Al principio no puedes saber qué tipo de obra van a hacer. Tienes que ir viendo la evolución de los trabajos para saber si es una construcción de un edificio, la entrada del metro o un simple movimiento del terreno. Pues en la medicina es igual.

-¿A qué se refiere?

-El dolor de barriga del primer minuto no es muy diferente al que deriva en una apendicitis o está generado por una gastroenteritis. Las familias te piden desde momentos muy iniciales que digas qué tiene el niño así que la medicina pediátrica se basa cada vez más en buscar síntomas con validez estadística que te hagan prever con el mayor acierto posible lo que va a ocurrir en las próximas horas. Es muy difícil, pero apasionante. Y eso genera unas relaciones con las familias que no son las que se daban antes. Manejamos mucha incertidumbre, pero los padres también. Yo entiendo que se sienten en la obligación, al ver que el hijo está malo, de consultar lo que ocurre.

-O sea, que lo que más ha cambiado es la relación de los padres con el pediatra, más que las enfermedades a tratar.

-Las enfermedades siguen siendo las mismas. La primera causa de consulta es la fiebre y la segunda la tos. Y eso es igual que en la época en que yo empezaba. Pero antes lo que te llegaba era fiebre que llevaba varios días y ahora es casi la que empezó hace 10 minutos. Y con la tos ocurre igual.

-¿Es la expresión más evidente de que los niños se han convertido en los reyes absolutos de la casa?

-La preocupación máxima de la casa seguro que sí. Y yo, desde que soy abuelo, me incluyo claramente en ese grupo de preocupados. Noto muchísimo cómo me ha cambiado la percepción de la enfermedad de los niños desde que soy abuelo. Sólo se lo puede imaginar el que pasa por ello. Así que desde aquí, mi solidaridad, mi ternura y mi comprensión hacia los abuelos. Cuando era joven y tenía a mis hijos pequeños, les atendía como me enseñaron, con profesionalidad y cierta distancia. Pero ahora, con mis nietos, cualquier cosa me preocupa, como le ocurre a todos. Antes de jubilarme, si por algo me agobiaba estar trabajando en el hospital era por los casos graves. Notaba que podían más mis sentimientos de angustia que la profesionalidad.

-¿Diría que la pediatría es una especialidad que tiene un 90% de experiencias muy gratificantes pero donde también se viven las realidades más duras y traumáticas?

-Sí, es así. Afortunadamente los casos muy graves y fatales son muy pocos, aunque no los olvidas nunca. Lo bueno es que también recuerdo mucho cuando un niño te hace un dibujo porque dice que le curaste. Eso es muy bonito.

-¿Cómo ha sido la marcha de Cabueñes?

-Echo de menos a los compañeros porque las vivencias allí son intensas. Pero reconozco que yo quería jubilarme para distanciarme de los casos muy graves. Llevar a un niño malín, pero malín de verdad, me costaba mucho, me resultaba a veces demoledor. Lo que me gustaría, durante un tiempo, es seguir viendo pacientes en la consulta, o vincularme a la docencia, o a la divulgación médica para familias.

-¿De qué manera?

-Quisiera transmitir de alguna forma mi experiencia de muchos años en la asistencia. Ante los avances técnicos cualquier médico joven se pone al día antes que tú, pero el poso del trato, del manejo de los niños y las familias que te da la experiencia es casi lo más bonito.

-¿Diría que el gran colaborador del pediatra ha sido el "dalsy", el "apiretal" o el sentido común?

-Debería ser el sentido común, pero probablemente, por la falta de tiempo, el ibuprofeno es un gran aliado.

-¿El invierno sigue siendo la gran cruz de la pediatría?

-Sí, es terrible. En pediatría todo es explosivo: la salud y la enfermedad. O todos los niños están sanos y las consultas están vacías, o están todos en las consultas por las epidemias de virus respiratorios, gripales, de gastroenteritis? El paso puede ser de cero a cien en muy poco tiempo. Y el invierno, con los virus respiratorios, es especialmente virulento.

-¿Está afectando la contaminación ambiental a la población infantil?

-No sé si hay relación directa, pero algo tiene que haber. Te pasas los meses de julio y agosto sin ver niños con asma y llega la segunda quincena de septiembre y se te llena la consulta año tras año de niños con asma.

-¿La enfermedad infantil a la que más rabia le tiene?

-Considero muy duros de tratar los trastornos de la esfera del comportamiento. Cuando empiezas a ver que un niño no se desarrolla socialmente como los demás es muy duro de afrontar, de plantear a las familias? Todo... Entre otras cosas porque la seguridad del diagnóstico es difícil que sea absoluta.

-Está de actualidad la vacuna de la meningitis B. ¿La recomienda?

-Las sociedades de pediatría la recomiendan, y yo también. Casos de meningococo B vemos todos los años algunos en Asturias, así que si hay esa opción para prevenir creo que es interesante. Otra cosa es que la sanidad pública pueda incluirla en su calendario vacunal, como ocurre con tantas cosas. El gasto sanitario no tiene fin y los responsables de la administración tienen que decidir qué se contempla y qué no. La pena es que tengamos que renunciar a algo así por dinero.

-¿Hacia dónde camina la pediatría en esta comunidad con tan baja natalidad?

-Eso lo comentamos mucho los pediatras. El descenso de partos en Cabueñes ha sido enorme. Aunque ahora se va más al pediatra, que es un elemento compensador. Hace décadas se iba una vez al año, casi como mucho, y ahora rara es la familia que no va al pediatra dos veces al mes.

-¿Y para la jubilación, la escritura?

-Soy casi hiperactivo y tengo muchos objetivos: me gusta el golf, el billar, la jardinería y, sobre todo, escribir. Las dos horas que paso por la mañana escribiendo son maravillosas. Voy por la quinta novela y tengo ahora un cuento para los nietos que ya está en la editorial.

-Tiene cuatro nietos que, como se ve, le han influido mucho.

-Muchísimo. Y como tengo una hija viviendo en Alemania además puedo decir que soy abuelo por skype. Es una sensación digna de estudio. Quien lo inventó merecería un premio. Da continuidad en el trato, de tal forma que sigues la historia de tus nietos, les ves cómo hacen los deberes, cómo van hablando, cómo van creciendo... Cuando les ves no tienes que recuperar el tiempo perdido, sólo el contacto físico, los abrazos que faltan. Es muy bonito.

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