Desde una guía de Londres a una empanada casera se podían encontrar ayer en la jornada inaugural del rastrillo solidario de la parroquia de La Resurrección. Ahora que los mercadillos están tan de moda, y que las ferias de todo tipo invaden la ciudad, conviene no olvidar a los precursores de estos eventos. En la parroquia del barrio de Laviada, por ejemplo, los feligreses llevan más de tres décadas organizando un mercadillo solidario en el que, además de recaudar dinero para causas benéficas, las más de cien manos que están detrás de esta iniciativa también intentan "hacer barrio".

Entre los puestos que ayer se dieron por inaugurados, y que hoy volverán a mostrar sus productos al público durante todo el día en las instalaciones del colegio Laviada había de todo. Incluida mucha comida y mucha repostería. Y es que el rincón de los dulces es, precisamente, uno de los más demandados. "Lo de comer siempre triunfa. Es barato y lo hacemos artesano", contaba ayer mientras organizaba su puesto una de las impulsoras de este mercadillo, Fini Aroles. El año pasado hizo 23 empanadas. Un día entero de trabajo para poder colaborar con quienes más lo necesitan. En esta ocasión sólo pudo ayudar con la venta. "Estoy un poco pachucha pero vengo igual", relató. Ella no es la única que cuenta por décadas su compromiso con la parroquia. Entre los clientes de este "centro comercial abierto" también paseaba ayer Rosa Maseda. "Llevo aquí desde que se inauguró y me presta. Esto hace que nos veamos muchos del barrio", aseguró.

Al frente de toda la organización se volvió a situar, un año más, el párroco Silverio Rodríguez Zapico. Armado con un micrófono animó a los compradores a buscar "las gangas". "Cáritas está atendiendo a 120 familias y tenemos que recaudar para ayudar. Los vecinos se portan muy bien con toda sus donaciones", contó el cura, convencido de que el mercadillo durará aún muchos años. Para eso, para que perviva la iniciativa, más de una decena de niños de catequesis prepararon también su "primer puesto". Su objetivo: vender juguetes y aprender como funciona el negocio. "Lo hacen todo ellos y así también se vuelven más responsables", explicó la monitora Loreto Yanes.