La despedida y homenaje a Emilio Díaz Díaz, director de la Fundación Revillagigedo entre 1993 y 2004, institución de la que fue además alumno y docente, congregó ayer a amigos y antiguos discípulos que abarrotaron la iglesia de San Esteban del Mar, en El Natahoyo. El templo "donde tantas veces se arrodilló, rezó y compartió con sus alumnos su cristianismo", como describió en sus exequias el jesuita Inocencio Martín Vicente, coordinador de los trabajos de la Compañía de Jesús en Asturias. Desde el banco delantero la familia despidió a Emilio Díaz. Su esposa Carmen Rodríguez; sus hijos Emilio -actual jefe de estudios en el Revillagigedo-, Alejandro y Diego; y su nieto Alejandro Díaz. Tras ellos un gran número de amigos que se acercaron a despedir a "una persona competente, profesional y con dedicación completa". Unas virtudes que Emilio demostró "fehacientemente en jornadas intensivas de trabajo dedicadas a esta institución" como apuntó Martín Vicente durante su homilía. En la abarrotada iglesia se encontraban, entre otros, el actual director del "Gedo", José Luis Casaprima, o el anterior director del colegio Inmaculada, también de la compañía de Jesús, José Manuel Guerrero.

Emilio Díaz compaginó durante más de cincuenta años "el amor a su familia y a la escuela como profesor y director -el primer seglar nombrado como tal-". "No es que no hubiera jesuitas para dirigir el Revillagigedo pero quisimos a Emilio porque sabíamos que lo haría tan bien como el que más", defendió el sacerdote.

Inocencio Martín verbalizó las palabras que en su día dejó escritas Miguel de Unamuno y que custodian sus restos en el epitafio: "Méteme, Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar". Una estrofa que sirvió como último gesto de gratitud, antes del traslado de sus restos al cementerio de Ceares donde recibió cristiana sepultura una "historia viva del Revillagigedo".