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JOSÉ JAVIER ESPARZA | Escritor, acaba de publicar "Los demonios del mar"

"Mi novela cuenta el primer ataque vikingo a la costa española, su llegada a Gijón"

"Lo que determina la Reconquista es la decisión asturiana, de Alfonso II, de retomar el hilo con la monarquía goda"

José Javier Esparza, con un ejemplar de su anterior novela, "El reino del norte". LUISMA MURIAS

Autor de dos decenas de ensayos y volúmenes de historia, el escritor y periodista José Javier Esparza (Valencia, 1963) es autor además de una serie de exitosas novelas históricas que transcurren en el viejo reino de Asturias. Acaba de publicar "Los demonios del mar" (La Esfera de los Libros), cuya presentación nacional hará mañana, martes, en Gijón (Librería Central, 19.30 horas).

-¿Qué cuenta en esta nueva obra?

-Al igual que en mis otras novelas históricas, parto de hechos reales para construir una historia. Aquí es la del primer ataque normado, del que se tiene constancia, a la costas españolas en el verano del año 844 y cuyo primer episodio ocurrió en Gijón.

-Las incursiones vikingas en la zona occidental asturiana están más documentadas que esa arribada a Gijón...

-Sí, es una página menos conocida. En las crónicas hay apenas una mención a Gijón, donde pararon pero no atacaron e hicieron simplemente una aguada. Parece que tenían la idea muy clara de atacar la torre de Hércules, en La Coruña, con la creencia de que había un tesoro o algo semejante. Venían operando desde al menos veinte años atrás en la costa occidental francesa, con bases estables en Bretaña. Es la primera vez que deciden dirigirse hacia el sur. Gijón aparece retratado en mi novela a partir de los trabajos arqueológicos sobre el emplazamiento romano, francamente buenos, y como podía ser en el 844. Era, fundamentalmente, la península de Cimadevilla, y alrededor, caseríos.

-Por cierto, esas excavaciones y estudios han cambiado nuestra percepción sobre la romanización en Asturias...

-Efectivamente. Tenemos la maldición del país viejo, que es el del exceso de vestigios arqueológicos, con el trabajo sin hacer. Lo cierto es que, cuanto más se investiga, queda más acreditada la intensidad de la romanización en el conjunto de España. Pasa lo mismo en el País Vasco.

-Tercera novela histórica que sitúa en el Reino de Asturias. ¿Por qué ese interés suyo tan evidente por esta etapa?

-La aventura de la Reconquista, con todo lo que se ha descubierto y estudiado en los últimos veinte años, me parece que merece ser reescrita. No soy un investigador puro, aunque me lo leo todo. Soy más bien un divulgador y un escritor. Y creo que la novela histórica, ciñéndose a la realidad, permite dibujar la figura real de lo que fue esa reconquista a partir del viejo reino asturiano. Fue una aventura privada, de colonos, de gente de a pie que empezó a ganar tierras más allá de los montes y encomendándose a su fuerza y a su fe. Es tan único y tan formidable lo que ocurre en Asturias en esos dos siglos, del ocho al diez, que hay ahí un material inagotable para contar y cantar.

-Usted tiene una visión de la historia española muy pegada a la línea goticista, pero ¿se puede entender España sin las otras dos grandes culturas, la musulmana y la judía?

-De aquella polémica entre (Claudio) Sánchez-Albornoz y Américo Castro, lo que se infiere sin género de duda es que el primero llevaba razón y que el segundo exageraba aspectos. Hay diferencia en recibir influencias en cuestiones de vida cotidiana y en que el propio concepto de uno mismo descanse en esas culturas. El hecho objetivo es que la España que conocemos se construye frente al Islam y, frecuentemente, contra el Islam. Y, además, tomando muchos elementos de la España goda, como ésta los había tomado de la romana. Lo que determina la Reconquista es la decisión en la corte asturiana, particularmente en tiempos de Alfonso II el Casto, de recuperar el hilo roto con la monarquía de Toledo. Hay quien piensa que fue un recurso artificioso, no lo juzgo, pero ocurrió así porque ellos mismos lo dicen. A partir de ese momento, ningún reino cristiano peninsular actúa de otra manera ; todos se reconocen, tácita o de manera explícita, en la recuperación de un reino cristiano perdido.

-Su apuesta por la novela histórica es evidente. Es conocida la maldad por la que este género no sería, finalmente, ni novela, ni historia...

-Sí, es algo que temo. Vengo de escribir una trilogía sobre la Reconquista en términos históricos, contando los hechos. He visto que las generaciones más jóvenes han quedado fascinadas al leer algo que ya no se les enseña, así que me he dicho que la novela podía ser un recurso todavía más eficaz. Me incluyo entre los que reprochan en muchas ocasiones a la novela histórica su falta de rigor. En mis obras incluyo una nota historiográfica en la que trazo la línea de lo que es verdad y ficción. Es una servidumbre hacia la realidad que debemos aceptar, aunque otros no piensen así. Y una forma de enseñar historia.

-¿Se enseña mal en los colegios españoles la propia historia?

-Mal y poco. Es una auténtica calamidad que tiene que ver, por una parte, con el excesivo acento puesto en las enseñanzas técnicas con los planes de los últimos treinta años. Y por otra, con la difuminación o disolución de la propia idea de comunidad nacional. La circunscripción espacio-temporal es el de la propia comunidad autónoma. Una barbaridad.

-Un reduccionismo.

-Absolutamente. Y sin valor desde el punto de vista historiográfico, aunque pueda tenerlo desde el administrativo. Es una asignatura pendiente que la educación española debería resolver cuanto antes, aunque me da la impresión de que no hay la menor intención de corregir.

-El año pasado publicó un libro sobre la yihad. ¿Cómo está afectando a nuestro mundo?

-Es una consecuencia del contexto general. El gran problema de nuestro mundo es la sustitución de las realidades reconocibles por un entorno tecno-económico. La yihad es una respuesta exasperada desde la civilización musulmana ante un mundo que ya no controlan. No obstante, hay que subrayar que es un problema permanente en el Islam, aunque hoy lo vivimos de manera directa. Lo nuevo es que ocurre en nuestro suelo, pero es un problema antiguo que sólo los musulmanes pueden resolver.

-Se ha identificado o le han identificado con lo que se llamó neoderecha. ¿Cómo ve la actual situación política europea?

-No tengo problema con el término "neoderecha". A escala europea tenemos una gran cuestión: en algún momento, posiblemente a raíz de la caída del Muro de Berlín, el proyecto europeo mutó. Inicialmente era un plan de convivencia pacífica entre naciones que siempre se habían hecho la guerra. La idea era hacer una unidad de cultura, derechos, libertad y civilización. De ahí hemos pasado a construir un gigantesco aparato tecnocrático que ya nadie controla y que toma decisiones que escapan a los ciudadanos. Al final hay una estructura "ademocrática", no digo antidemocrática, que no tiene nada que ver con lo que entendemos por democracia. Todo esto es determinante a la hora de adoptar medidas democráticas o como sociedades en un mercado global que se da como inevitable, pese a que es un producto tan humano como cualquier otro. Es lamentable que nadie se atreva a plantear este debate. Europa ha sido siempre, por definición, el espacio de la definición, de la controversia. Me parece terrible que nos hayamos convertido en otra cosa.

-¿Y el caso español?

-Es el de la pérdida del referente de la propia situación en el mundo. España está escribiendo hoy su final de la historia. Todo el mundo que tiene algo que decir calla, y los que hablan optan por un presentismo en el que sólo importa tal o cual problema económico-social. Nadie se atreve a decir qué quiere hacer con su país.

-¿Estamos en un período de disolución de la identidad española?

-Sin duda. Y corre parejo al de otras naciones europeas. Ahí está el caso británico. No es sólo un problema español, pero aquí tiene el agravante de separatismos hostiles. Todo eso hace más palpable el problema. La gente en Europa quiere seguir siendo libre, y hace muy bien, pero qué referente de la democracia queda cuando se pierde el del estado-nación.

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