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Ángel Aznárez glosa al Alonso Quijano más cuerdo en su homenaje a Cervantes

El magistrado del TSJA centró su intervención en el último capítulo de la segunda parte del Quijote, que consideró "el fundamental del texto"

Parte del público que asistió a la conferencia cervantista. JUAN PLAZA

Como "homenaje al poder creativo de Cervantes" fue la intención de la conferencia que ayer pronunció Ángel Aznárez Rubio, en el Museo Casa Natal de Jovellanos, invitado por la Fundación Álvarez Viña, y que se tituló "El testamento de Alonso Quijano".

En su intervención, el magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Asturias fue más lejos y relató su acercamiento a la obra de Miguel de Cervantes, de quien este año se cumple el cuarto centenario de su muerte. Así, subrayó Aznárez que su acercamiento al escritor fue "un proceso interior", en el que su relación con la obra del autor de Don Quijote le llevó a ser un "consumidor absoluto" de Cervantes, a quien debe el magistrado (articulista de LA NUEVA ESPAÑA) su estilo y, en especial, "la ironía, aunque es un arma peligrosa".

Ángel Aznárez fue presentado por el también articulista de este diario Francisco García Pérez, y en la mesa presidencial tomaron asiento la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón; el presidente de la Fundación Álvarez Viña, Jesús Menéndez Peláez, y Cristina Valdés, Álvaro Muñiz y Julio Concepción, en representación, respectivamente, de la Universidad de Oviedo y la Consejería de Educación y Cultura del Principado, el Ateneo Jovellanos y el Ridea.

Centró Ángel Aznárez la segunda parte de su intervención "en el tema", o lo que es lo mismo, en el último capítulo (el 74) de la "Segunda parte del ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha", que, explicó el conferenciante, "es el fundamental del texto": de cómo Don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte, la de Alonso Quijano.

"Ésta es la clave de la obra y de los personajes", opinó Ángel Aznárez, dado que Alonso Quijano "hace testamento al recobrar la lucidez".

Repasó el conferenciante varios pasajes del último capítulo de la obra, que aseguró conocer de memoria, para refrescar la paradoja introducida por Cervantes entre la vuelta a la cordura de Alonso Quijano, "dadme albricias, que ya no soy Don Quijote de la Mancha, soy Alonso Quijano el bueno", y la incredulidad de sus amigos (incluido el médico que le atiende en sus últimos días de vida) y familiares, que ven en su abominación por los libros de caballerías como otra recaída mental.

Destacó, asimismo, Áznarez, que el testamento de Alonso Quijano, a la vista de su texto, "es perfectamente válido hoy" y "claramente jurídico, no tiene literatura". Finalmente, el magistrado y exnotario hizo especial mención al diálogo entre un Alonso Quijano cuerdo y Sancho Panza, a quien ya no ve como su fiel escudero y vasallo, todo lo contrario, ya es "un amigo a quien pide perdón por darle ocasión de parecer loco como el caballero andante". Es ese su arrepentimiento.

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