Un claro en el cambiante cielo primaveral que tuvo ayer Gijón, con frecuentes chubascos, permitió salir, tras unos minutos de titubeo, a la procesión del Corpus Christi desde la iglesia parroquial Mayor de San Pedro Apóstol, a las siete y media de la tarde y con cientos de personas congregadas en el Campo Valdés y en el interior del templo.

Se cumplió así un año más la tradición en la villa de una fiesta que viene siendo celebrada con gran solemnidad desde el siglo XIII por la iglesia católica y de la que en Gijón ya hay testimonio de ella en el año 1585 y a través de la cofradía del Santísimo Sacramento, que era la encargada de engalanar la iglesia parroquial de San Pedro en la festividad del Corpus Christi.

Media hora antes del inicio de la procesión, que fue organizada por la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Gijón, en el templo parroquial del Campo Valdés se celebró un acto eucarístico, en el que el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, se dirigió a los fieles, acompañado por el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, y otros responsables parroquiales del Arciprestazgo de Gijón.

Recordó el Arzobispo que "está en la retina de mi memoria religiosa" la procesión del Corpus Christi en Toledo, en los años de sus estudios en el Seminario de la ciudad que alberga la Catedral Primada de España, una gran procesión que, no obstante, "no empaña las pequeñas que se hacen por toda España". Y es que, subrayó Jesús Sanz Montes, la fiesta del Corpus Christi "pertenece a la historia de nuestro pueblo creyente".

En su intervención, el Arzobispo de Oviedo también tuvo un recuerdo para "los refugiados que van a la deriva entre olas de insolidaridad". Ayer se celebró el Día de la Caridad y la iglesia católica explica a sus fieles que "la compasión nace de tener ojos abiertos para ver el sufrimiento de los otros y oídos atentos para escuchar su clamor. Ante el sufrimiento no basta la indignación".

Por último, Jesús Sanz Montes recordó a los presentes en el templo que la fiesta del Corpus Christi es "adorar a Jesús en el sacramento de la Eucaristía".

Luego, se puso en marcha el procesional desfile siguiendo una antigua y estricta tradición. Delante iba la Cruz alzada entre dos cirios procesionales. Luego, las banderas representativas de las hermandades y cofradías de Gijón, varias niñas que recibieron recientemente la primera comunión con vestidos blancos y el farol de guía, portado por un miembro de la Hermandad de la Santa Vera Cruz.

El farol era portado siempre en la procesión del Corpus Christi, por un antiquísimo privilegio, por un miembro de la familia Nava. Luego se encargó del mismo la Adoración Nocturna y, ahora, al ser la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Gijón la encargada de organizar la procesión, el farol lo llevará, por rotación y de año en año, cada una de las cofradías y hermandades.

Seguía después, sobre una carroza, el Santísimo, en la custodia de plata de la parroquia de San Pedro. Detrás, el Arzobispo de Oviedo y demás representantes de la iglesia. Una banda de música acompañó el paso de la procesión a lo largo del Campo Valdés, la plaza Mayor y la del Marqués, las calles del Instituto, de Melquíades Álvarez, de Ventura Álvarez Sala y el paseo del Muro. Ante la amenaza de lluvia el itinerario se acortó, pero la tradición pudo con el mal tiempo.